martes, 16 de diciembre de 2014

El señor del carnaval - Craig Russell

11

[...]
Cuando se acercaba a la Jungfernstieg oyó música. Fabel vio a un grupo de unos doce hombres y mujeres cantando en un idioma que no hacía falta comprender para saber que su canción hablaba sobre el dolor y la tristeza. El coro permanecía en la ancha acera, a pocos metros del arco déco de entrada al Alsterhaus. Tres hombres de aspecto eslavo, cual pescadores en un río, trataban de atraer la atención de los transeúntes. Uno de ellos se acercó a Fabel.
—Estamos recogiendo firmas, señor. Me pregunto si puedo pedirle un poco de su tiempo.
—Me temo que...
—Lo siento, señor, no quiero retenerle, pero, ¿ha oído usted hablar del Holodomor?
El eslavo lo miraba con ojos serios e inquisitivos. Fabel se fijó en sus ojos, de un azul penetrante y frío, como el cielo de aquella mañana de invierno. Sintió una sacudida en el estómago al recordar a otro eslavo de ojos penetrantes que había conocido.
—¿Es usted ucraniano? — le preguntó Fabel.
—Sí, lo soy. — El eslavo sonrió—. El Holodomor fue el genocidio deliberado de mi pueblo, llevado a cabo por la Unión Soviética y Stalin. Murieron entre siete y diez millones de ucranianos, un cuarto de la población. Los soviéticos los dejaron morir de hambre entre 1932 y 1933. —Con un gesto abrió la carpeta que sostenía debajo de su sujetapapeles, llena de viejas fotos en blanco y negro, imágenes de la miseria humana: niños escuálidos, cuerpos tirados por las calles, enormes fosas comunes en las que echaban cuerpos cadavéricos. Las imágenes eran reminiscencias de las que Fabel había aprendido a asociar al Holocausto—. Hubo un momento en el que cada día morían 25.000 ucranianos. Fuera de Ucrania, prácticamente nadie sabe del Holodomor. Incluso allí, hasta después de la independencia no empezamos a hablar de ello abiertamente. Rusia todavía se niega a reconocer que el Holodomor fue un acto deliberado de genocidio, y lo atribuye a la colectivización incompetente de los comisarios de Stalin.
—¿Y ustedes lo cuestionan? — dijo Fabel. Miró el reloj para saber cuánto tiempo le quedaba antes de encontrarse con Suzanne en la planta superior del Alsterhaus.
—Es una falsedad absoluta — prosiguió el eslavo, impertérrito—. La gente se moría de hambre en toda la Unión Soviética por la absurda manía de Stalin de colectivizarlo todo, eso es cierto, pero en 1927 empezamos a «ucranizar» nuestro país. Convertimos el ucraniano, no el ruso, en nuestra lengua oficial. Stalin nos vio como una amenaza, de modo que trató de exterminarnos dejándonos morir de hambre, y eliminó a más del 25 por ciento de la población. Por favor, su firma nos ayudará a que este crimen sea reconocido por lo que fue: un genocidio. Necesitamos que el gobierno alemán, el inglés y otros hagan lo que España ya ha hecho y reconozcan formalmente el Holodomor como un crimen contra la humanidad.
—Lo lamento. No digo que no vaya a apoyar su postura, pero no puedo firmarle esto hasta que sepa más de lo que ocurrió. Necesito investigar más por mi cuenta.
—Lo comprendo — le dio un folleto a Fabel—. Aquí se indica dónde puede encontrar más información, no sólo de nuestra organización. Pero, por favor, señor, cuando haya leído todo esto, entre en nuestra página web y añada su nombre a nuestra lista.
Cuando Fabel levantó la vista del folleto el ucraniano ya estaba abordando a otro transeúnte de la marea que llenaba la acera.


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http://es.wikipedia.org/wiki/Holodomor

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