lunes, 26 de mayo de 2014

Cae la noche - Talo

Cae la noche, por un camino de oro y miel, que nos transportan hasta esas míticas islas Cíes, morada de los dioses, refugio de piratas y bastión de vientos y tempestades... y qué mejor que atravesar la ría en la tradicional gamela, hacia un territorio onírico de paz y armonía, nuestro lugar de recreo, tras la diaria batalla. Talo

Aquí estoy con mi pobre cuerpo - Pablo Neruda

Aquí estoy con mi pobre cuerpo frente al crepúsculo
que entinta de oros rojos el cielo de la tarde:
mientras entre la niebla los árboles oscuros
se libertan y salen a danzar por las calles.

Yo no sé por qué estoy aquí, ni cuándo vine
ni por qué la luz roja del sol lo llena todo: 
me basta con sentir frente a mi cuerpo triste
la inmensidad de un cielo teñido de oro,

la inmensa rojedad de un sol que ya no existe, 
el inmenso cadáver de una tierra ya muerta,
y frente a las astrales luminarias que tiñen el cielo,
la inmensidad de mi alma bajo la tarde inmensa.

sábado, 24 de mayo de 2014

El pasajero y El pintor herido - De Gustave Courbert a J.C. Grange


   Daniel Le Guen, el compañero de Emaús de Marsella, le había contado que solo de ver una ilustración de Courbet se sintió enfermo.
   —¿Te hablé de Gustave Courbet?
   —Claro. Decías que era tu maestro, tu mentor.
   —¿En qué sentido?
   —No lo sé. Formalmente, tus lienzos no tenían nada que ver con sus obras, pero Courbet es un maestro del autorretrato. Adoraba representarse a sí mismo. No soy un especialista en ese período, pero su autorretrato El desesperado es sin duda uno de los cuadros más famosos del mundo...
   Narcisse no respondió. Decenas de autorretratos se exponían en las paredes de su mente. Su memoria cultural funcionaba sin problemas. Durero. Van Gogh. Caravaggio. Degas. Schiele. Opalka... Pero ni una sola imagen de Courbet. Dios mío. Bastaba que ese pintor y su obra se hubieran inmiscuido en su vida personal para que el agujero negro de su enfermedad los absorbiera.
   —Ahora recuerdo —continuó Corto—. De todos los autorretratos de Courbet, te obsesionaba El hombre herido.
   —¿Cuál es?
   —El pintor se representó moribundo, al pie de un árbol, con una mancha de sangre junto al corazón.
   —¿Por qué me interesaba ese cuadro en particular?
   —Te lo pregunté y me respondiste: «Él y yo hacemos el mismo trabajo».
Os animo a qué investiguéis la simbiosis entre estos dos cuadros,
y  su implicación en el desarrollo de la novela.

martes, 20 de mayo de 2014

Naturalezas en Conjunción o El camino a Los Nenúfares

París, Jardin des Tuileries, 2014

Johnny Cash - Hurt


I hurt myself today
to see if I still feel
I focus on the pain
the only thing that’s real
the needle tears a hole
the old familiar sting
try to kill it all away
but I remember everything
what have I become?
my sweetest friend
everyone I know
goes away in the end
and you could have it all
my empire of dirt

I will let you down
I will make you hurt

I wear this crown of thorns
upon my liar’s chair
full of broken thoughts
I cannot repair
beneath the stains of time
the feelings disappear
you are someone else
I am still right here

what have I become?
my sweetest friend
everyone I know
goes away in the end
and you could have it all
my empire of dirt

I will let you down
I will make you hurt

if I could start again
a million miles away
I would keep myself
I would find a way

Rafael Alberti - A Federico García Lorca

A FEDERICO GARCÍA LORCA

Sal tú, bebiendo campos y ciudades,
en largo ciervo de agua convertido, 
hacia el mar de las albas claridades,
del martín-pescador mecido nido; 

que yo saldré a esperarte, amortecido, 
hecho junco,  a las altas soledades,
herido por el aire y requerido 
por tu voz, sola entre las tempestades. 

Deja que escriba, débil junco frío,
mi nombre en esas aguas corredoras, 
que el viento llama, solitario, río. 

Disuelto ya en tu nieve el nombre mío, 
vuélvete a tus montañas trepadoras,
ciervo de espuma, rey del monterío.

domingo, 4 de mayo de 2014

Vincent Van Gogh - Noche estrellada sobre el Ródano


1988, Óleo sobre lienzo (Post impresionismo)

Vívora - Andrzej Sapkowski


   Los que regresaron de Afganistán volvieron a sus casas.

   Volvieron a unas casas inhóspitas y frías, unas casas que apestaban a ajenidad, mentira y engaño. Volvieron a sus esposas, mujeres extrañas de ojos enfadados y labios apretados, mujeres que callaban significativamente o significativamente atacaban. A esposas que ya no eran esposas, que no estarían ya desde hacía tiempo pero que están, porque esperan un pretexto. Para poder irse con la cabeza alta, justificadas, absueltas de sus pecados y con el sentimiento de la validez de una solución tomada largo tiempo antes.

   La sociedad a la que los soldados habían vuelto se comportaba, curiosamente, casi de forma idéntica a las esposas. La sociedad, como las esposas, arrogante y altanera, expulsaba a sus propios polluelos. La sociedad, con el graznido de un loro, repetía la frase propia de las esposas: «Nunca te habría engañado si...». La sociedad creía firmemente que era ella la afectada. La sociedad se había enfadado. Enfadado mortalmente.

   De pronto resultó que culpables de todo, de absolutamente todo, eran aquellos muchachos quemados por el sol, con sus ojos de ancianos, que llevaban en el pecho las órdenes del Estandarte Rojo y la Estrella Roja, las medallas al Valor y por Acción Bélica. Muchachos llenos de cicatrices, muchachos ciegos, muchachos sin manos, muchachos con muletas, muchachos en sillas de ruedas. Ellos son culpables de todo y bien les está lo que les ha pasado. Debieran pedir perdón. Debieran disculparse. Debieran jurar que nunca jamás. Y nosotros, la sociedad, rechazaremos esas disculpas y esos descargos suyos, no los perdonaremos. Nosotros los condenaremos. Primero a la picota, luego al olvido.

   A aquéllos que sobrevivieron y resistieron les esperaba otro mundo. Había desaparecido, como si fuera un sueño, la estrella roja. En el escudo del estado y en las enseñas militares la había sustituido un águila negra bicéfala y en el cielo nocturno sobre Moscú un enorme anuncio de SONY. Se abrió el Cuerno de Amaltea, las mercancías que antaño fueran suntuosas e inalcanzables, irreales como las ilusiones, se derramaron sobre las estanterías de las tiendas con el ímpetu y el rugido de un vendaval siberiano, la abundancia de los bienes producía lágrimas en los ojos, temblores en las manos y convulsiones en los muslos. Surgió un gigantesco País de los Cuentos, una onírica federación Limono-Naranjera, un universo espectral salido de los anuncios de televisión, un mundo donde la cerveza del Báltico fluye como un Niágara, las mujeres menstrúan en azul, las chocolatinas Snickers calman el hambre de los hombres, los Kinder Sorpresa la de los niños, Whiskas la de los gatos y el champú Head & Shoulders elimina la caspa en todos ellos.
   Los ojos de los que sobrevivieron contemplaron todo esto.

   De algunos de los que sobrevivieron a Afgán se acordó la guerra. Según unos: una nueva guerra. Según otros: siempre la misma.