jueves, 27 de noviembre de 2008

A Perfect Breakfast - La Bastille, París 2007

J.M. Caballero Bonald - Música de Fondo

Llega el momento de decir la palabra
y se la deja fluir, se la ayuda
a resbalar entre los labios,
anclada ya en sus límites de tiempo.
La palabra se funda a ella misma, suena
allá en el corazón del que la habla
y trepa poco a poco hasta nacer
y antes es nada y sólo una verdad
la hace constancia de algo irrepetible.

Súbitamente esa palabra aumenta
el hallazgo caudal de la memoria,
boga sobre los hombres que la escuchan,
gira anhelante entre vislumbres
y se alza más y más y se perfila, pule
sus bordes balbucidos, se nivela entre sueños.

Después inicia su holocausto.
Función de amor o de vileza,
la palabra se gasta en los oídos,
puebla sus márgenes de brozas,
se torna vana, amago de un aliento,
oscuridad final y sin sentido.
Está cayendo ya hecha pedazos.
Rescoldos sumergidos, restos
de rescates sin fondo, flota y flota
sobre las intenciones proferidas,
entre el silencio de las conjeturas.

Es nada la palabra que se dijo
(no importa que se escriba para
querer salvarla), es nada y lo fue todo:
la música del mundo y su apariencia.

"Memorias de poco tiempo" 1954

viernes, 14 de noviembre de 2008

Matilde Asensi - Tierra Firme

De esta guisa andaban las cosas cuando, cierto día, avanzada ya la estación de las lluvias, y tras zarpar de Santa Marta con las bodegas llenas de bananos, cocos, marañones, jengibre, papayas, vino de caña, cueros y tabaco, mi señor padre nos reunió a todos en la cubierta y, desde la toldilla, nos dijo:

- No conviene hacer esperar más a Benkos Biohó no sea que busque otro mercader para cubrir su demanda. En los últimos meses he tenido los ojos y los oídos bien abiertos para ponerme al tanto del trato ilícito en estas aguas.

Mis compadres y yo asentimos. Era cierto que ahora frecuentábamos todas las tabernas de los puertos en los que atracábamos y que mi padre sostenía largas conversaciones con los dueños de estos lugares mientras nosotros bebíamos, Era, asimismo, verdad que, gracias a ello, yo había aprendido a estirar el contenido de mi vaso para no tomar más vino, chicha o ron del que resistía (que nunca era más de un cuartillo), de suerte que sabía cuándo debía parar para no perder la cabeza ni echar las tripas. Lo que más agonías y pesares me causó fue empezar a fumar, pero me habitué a echar humo por la boca para no desairar a mis compadres y, con el tiempo, me gustó y disfruté del tabaco, que, además, según afirmaban los indios, tenía muchas y muy buenas propiedades curativas.

- Pues bien -siguió diciendo mi padre-, tras numerosas cavilaciones y razonamientos, he decidido que vamos a buscar a los piratas y corsarios que vienen hasta Tierra Firme desde las provincias rebeldes de Flandes. He sabido que el anterior soberano, Felipe el Segundo, por torcerles la desobediencia y poner fin a la larga guerra que sostenemos contra ellos, les cerró los puertos lusitanos en cuanto se apoderó de Portugal en el año ochenta y uno. Esta decisión no era cosa baladí para los flamencos ya que de las salinas de Setúbal extraían la sal paa sus salazones que, como sabéis, es la principal de sus industrias y su mayor fuente de riqueza, pues venden a todas las naciones del mundo los arenques, cecinas, mantecas y quesos que alimentan a las tripulaciones de las naos. No se arredraron los flamencos con este castigo, antes bien, pusieron manos a la obra y buscaron nuevas salinas para reemplazar las de Setúbal. Con unas naves llamadas flautas, alcanzaron las islas africanas de Cabo Verde y de allí han estado extrayendo sal hasta que un nuevo embargo real sobres sus naves, dictado hace dos años, los ha obligado a poner las miras en nuestras tierras. La primera flota marinera flamenca llegó hace unos meses y encontró el filón que buscaba en un lugar de nuestra costa que nosotros siempre hemos ignorado y despreciado por árido, desolado y yermo, pero que para ellos, a lo que parece, está resultando muy fértil y próspero. Me refiero a la península de Araya, a sólo tres leguas al norte de Cumaná. (págs. 104-105)

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Natsume Söseki - Botchan

Desde mi llegada había algo en Camisaroja que no me gustaba. En algún momento cambié mi criterio y pensé que era una buena persona aunque un poco afectado, pero ahora volvía a ver, más claramente aún, que sus intenciones no eran buenas, y eso me gustaba menos aún. Me daban igual las buenas razones que aparentara defender, o que intentara impresionarme por ser mi jefe de estudios. ¡Uno no es mjero persona por saber argumentar con habilidad! Ni se es peor por no saber hacerlo bien. A primera vista, Camisaroja tenía razón en lo que decía, pero por muy bien que sonara no me llegaba al corazón. Si el dinero, la autoridad o el intelecto pudieran comprar los corazones de la gente, las personas más queridas serían los prestamistas, los policías o los profesores de universidad. Y los razonamientos de todo un jefe de estudios de una escuela secundaria no iban a conquistar mi corazón. Los seres humanos obramos por lo que nos gusta y lo que nos disgusta, no por los razonamientos abstractos que se derivan de ello.

-Es posible que tengas razón en lo que dices -anadí-, pero a pesar de todo no quiero esa subida de sueldo. Por mucho que lo medite no voy a cambiar de opinión. Y ahora he de irme. ¡Adiós!

Y de ese modo me dirigí a la salida. La Vía Láctea era una guirnalda sobre mi cabeza. (pág. 172)

miércoles, 5 de noviembre de 2008

La muerte de Amalia Sacerdote - Andrea Camilleri (La Maestría del Diálogo)

- Precisamente. Y Amalia se fue a un apartamento cuyo alquiler pagaba su amante, el propietario de aquel coche de lujo que vieron los Lo Curto. Y después no sólo le dio dinero para comprar la casa. Me consta que la cuenta bancaria de Amalia era gorda. Cuando salía con Stefania y Serena, era siempre ella la que pagaba.

- Me parece que si Lo Bue logra conocer estos nuevos elementos, descubrirá en seguida al verdadero asesino.

- Seguro que descubre al asesino. Que sea el de verdad es otro cantar.

Se había hecho traer los habituales espaguetis con sepias en su tinta y había empezado a comer. Michele, que había terminado el primero, decidió no pedir nada más y, por precaución, se desplazó diez centímetros hacia atrás con la silla.
Sólo entonces captó el sentido de las últimas palabras de Lamantia.

- Perdona, no he entendido bien. ¿Qué me estás diciendo?

- ¿Respecto a qué?

- Esta historia del verdadero asesino. No la he entendido.

El otro levantó la cabeza del plato y lo miró a los ojos.

- Michè, no te entiendo.

-¿Qué quieres entender?

- Si eres o te haces.

- Te aseguro que no...

Gabriele siguió mirándolo un momento en silencio. Luego dijo:

- Ya veo que eres sincero.

- Gracias.

-¿Sabes qué eres?

- ¿Ahora te haces el filósofo?

- Ni soñar. Pensaba que eras, yo qué sé, un mayor, un coronel, un oficial del estado mayor y, en cambio, sólo eres un soldado raso..

- Gabriè, ¿quieres hacerte entender?

- Michè, mientras la batalla está en curso, ¿qué hace un soldado raso que se encuentra en primera línea? Combate, obedeciendo las órdenes que le dan. Pero no entiende nada ni sabe nada de la estrategia general del mando supremo, sólo sabe que con sus compañeros debe conquistar una determinada colina e intenta hacerlo. Así eres tú. Has hecho lo que te han dicho y ...

- Vuelvo a repetirte: no entiendo nada.

- Entonces te digo algo y veremos si llegas por tu cuenta. ¿Sabes cuándo he comenzado a entender que había algo podrido en Dinamarca, como dice Hamlet? Cuando empezó el vals.

-¿Qué vals?

- El de los abogados. ¡No me dirás que tampoco te has dado cuenta de eso!

- No, había algo de los abogados que no me cuadraba. (págs. 164-166)

martes, 4 de noviembre de 2008

Benjamin Péret - El Cuadrado de la Hipotenusa

Primera flor del castaño que se eleva como un huevo
en la cabeza de los hombres de metal
duro como una escollera
cuando
en la lluvia de tinta que me atraviesa con espejos
tus ojos mágicos como un árbol degollado
gritan en todos los tonos
Yo soy Rosa
te am0 como el antiguo helecho ama a la piedra que lo ha
transformado en ecuación
te am0 a brazo partido
te am0 como una sartén al rojo en una caverna
Que tu vestido de alambre de púas
me desgarre con un estruendo de vajilla que cae por la escalera
te amo como una oreja arrancada por el viento
que silba Espera
Espera que la plancha haya quemado la camisa de rocío
para hacer florecer en ella el reflejo del cristal escondido en
una gaveta
espera que la pompa de jabón
después de haber reventado como un zar de los topos
que no cubrirán jamás los hombros amados
renazca en el polvo asesinada por el sol que se ha vuelto azul
y que yo acecho por el ojo de la cerradura
velluda
helada
en la prisión de líquenes polares donde me has encerrado
espera vástago de la sal
espera vino de acantilado que acaba de aplastar un patronazgo
espera víscera de fósforo que no sueña sino en incendios de
bosques
espera
Yo espero