domingo, 26 de octubre de 2008

Flash

Soy dueño de mi tiempo. Hago con él lo que quiero.
(Mentira. Ni eres su propietario, ni se deja manipular. Es un mero espejismo para poder seguir respirando una vez más.)

lunes, 20 de octubre de 2008

En mi bandeja de entrada - JK5022

“Soy sobrecargo de Spanair”
C.R. | Sobrecargo de Spanair | 28/08/2008 | Actualizada a las 03:31h

Suena el despertador, son las cinco de la mañana me levanto y me ducho. Aún con los ojos medio cerrados me visto, me maquillo y me dispongo a salir para ir al aeropuerto. Allí nos reunimos toda la tripulación una hora antes del despegue y realizamos lo que llamamos briefing, un pequeño recordatorio de las emergencias y de las peculiaridades del día.

Hoy volamos en un MD-82. Chequeamos que el material de emergencia esté correcto mientras el comandante y el copiloto hacen sus comprobaciones. Sube mantenimiento y comenta con los técnicos como está el avión, llega el coordinador del vuelo, que es el enlace entre el personal de tierra y vuelo. Espera nuestro visto bueno para empezar el embarque, que como cada día realizaremos con una sonrisa en el rostro y con nuestra mejor disposición.

Soy sobrecargo de Spanair, ese es mi trabajo. Después de más de ocho años en la compañía no sabría decir cuántas veces he despegado y aterrizado, cuántas horas de vuelo llevo a mis espaldas, cuántos saludos he repartido, pero sí sabría decir cuántas veces he querido llegar a mi casa sin que nada trágico hubiera sucedido a bordo: cada vez que he ido a volar.

Unos días antes había volado en el EC-HFP y llegué a casa sin ninguna incidencia, y cuántas veces lo habíamos llegado a hacer todos los tripulantes de la compañía, cuántas veces habíamos compartido jornadas de trabajo, risas e incluso confidencias con Antonio, Lourdes, Sonsoles, Raquel, Gabi y el resto de tripulantes… Créanme todos tenían familia, amigos y muchas ganas de vivir.

Me gustaría que todo el mundo supiera que nunca ninguno de nosotros consentiría que un avión despegase si tuviéramos el más mínimo indicio de que no estuviera en perfectas condiciones, y puedo asegurar que mis compañeros eran unos experimentados profesionales. Les conocía bien.

Este es mi pequeño homenaje a unos grandes compañeros y mejores personas, a todos los pasajeros que escogieron el JK5022 y desgraciadamente perecieron con ellos, a sus familias y por supuesto a aquellos con los que se obró el milagro de la supervivencia.

Suena el despertador, son las cinco de la mañana me levanto y me ducho, y como en los últimos ocho años continuaré confiando en mis compañeros y en los aviones a los que he subido hasta hoy.

domingo, 19 de octubre de 2008

Augusto Monterroso - La Fe y las Montañas

Al Principio la Fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios.
Pero cuando la Fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía.
La buena gente prefirió entonces abandonar la Fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio.
Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de Fe.

sábado, 18 de octubre de 2008

Pasión Vega & Joaquín Sabina - La Canción de las Noches Perdidas


Esta es la canción de las noches perdidas,
que se canta al filo de la madrugada
con el aguardiente de la despedida,
por eso suena tan desesperada.
Ven a la canción de las noches perdidas,
si sabes que todo sabe a casi nada
a carrera en los leotardos de la vida,
a bola de alcanfor dormida en la almohada.

Y tiene nombre de mujer,
como la soledad, como el consuelo,
los fugitivos del deber
no encuentran taxi libre para el cielo.

Esta es la canción de las noches perdidas,
lleva un crisantemo ajado en la solapa,
se sube a la cabeza como ciertas bebidas,
se pega la desilusión como una lapa.
Canta la canción de las noches perdidas,
quema como el gas azul de los mecheros,
sirve para echar vinagre en las heridas,
miente como mienten todos los boleros.

Y tiene nombre de mujer,
como mi corazón, como tu olvido,
los fugitivos del deber
no tienen más amor que el que han perdido.

Esta es la canción de las noches perdidas,
si quieres te la cambio por un rato en tu cama,
hierve como el ruedo en tardes de corrida,
va como los besos en los telegramas.

Y tiene nombre de mujer,
como la libertad, como la nieve,
los fugitivos del deber
cogen su maldición y se la beben.

jueves, 16 de octubre de 2008

La hisstoria de Natagio Degli Oreste- Sandro Botticelli

1483, Temple sobre tabla (Renacentismo)

Botticelli representó la historia de Nastagio fielmente tomada de la octava novella de la quinta jornada del Decamerón: «El infierno de los amantes crueles». Se trata de la historia de un joven, Nastagio degli Onesti, rechazado por su amada. Ve en el bosque a una mujer perseguida por un jinete, quien la ataca y mata; inmediatamente, ella se levanta y vuelve a repetirse el castigo sin fin. Se trata de fantasmas, de una maldición. Según la leyenda la joven perseguida no atendió a los requerimientos de su pretendiente, de ahí el castigo y la maldición. Nastagio cree que tal aparición puede serle útil y consigue que su desdeñosa amada la vea.Finalmente logra vencer su resistencia y llegar a un matrimonio feliz.

Este es el segundo episodio, de un ciclo de cuatro, que junto con el primero y el tercero, se encuentra en el Museo del Prado, Madrid. El último de los cuadros forma parte de la colección privada del Palacio Pucci, Florencia, aunque casi ningún experto considera que Boticelli participara en él.

Según algunos críticos, el refinado uso de los colores en este cuadro evidencia que lo pintó Boticelli, pero otros creen que las figuras de Nastagio y la mujer son de otro autor, sin embargo el caballo blanco es considerado acaso lo mejor del cuadro y se atribuye al maestro con bastante certeza.

Sea como fuere lo cierto es que desde que visité por primera vez El Prado y siempre que he vuelto, unas cinco o seis veces, acabo parada delante de él sin saber muy bien por qué, porque el tema en sí me resulta bastante desagradable, sin embargo los colores.... ay los colores!!! Y ese caballo, maravilloso caballo de cuya pose no se puede decir que no sea elegante, y la blancura radiante, de pureza, de quien no está envuelto en tan truculenta historia, aunque de algún modo sea partícipe de ella. Está a un lado y más aún que se retiraría de tal tragedia. Y al otro lado del bosque en una posición casi identica está el joven enamorado, igual de despavorido. Y si miramos las copas se rompen en el centro al tiempo que se complementan en la distancia, dando paso a un cielo y un mar lejanos y poco atractivos. Definitivamente ya sé que me atrae tanto del cuadro y no es sólo su colorido si no su simetría. Hasta te dan ganas de contar árboles, y animales de uno y otro lado, y ver si alguna mágica combinación numérica tras él se escondería.

P.S.: Se vino a mi casa, en la última visita, en forma de imán, junto con los fusilamientos de Goya "recién" estrenados.




martes, 14 de octubre de 2008

Fernando Pessoa - En la Gran Oscilación

En la gran oscilación
Entre creer y no creer,
El corazón se trastorna
Lleno de nada saber

Y, ajeno a lo que sabía
Por no saber lo que es,
Sólo un instante le cabe
Que es el conocer la fe-

Fe que los astros conocen
Porque es la araña que está
En la tela que ellos tejen,
Y es vida que había ya.

domingo, 12 de octubre de 2008

Jorge Berenguer Vs. Amigos FQL y QCH (x Carmenneke)



Jorge Berenguer Barrera (1967), posee un estilo original e innovador, a medio camino entre el realismo mágico y las novelas de aventuras en su concepto más clásico. Durante muchos años ha participado como articulista en varios foros y revistas virtuales. Los formidables Kalandrian es su segunda novela.




¿Cuándo empezaste a escribir? (A qué edad, me refiero)
Ya en las redacciones que hacíamos en el cole empecé a resplandecer de la misma forma un diamante sin pulir en el fondo de un riachuelo. Ciertamente eran composiciones algo rudimentarias, alejadas del asombroso virtuosismo que me caracteriza actualmente, pero sin duda ya era evidente que iba a ser un escritor extraordinario.

¿En qué momento comprendiste que te gustaba escribir y que además podrías hacerlo bien? El ser escritor ya no es un sueño, es una realidad. ¿Cómo te planteas ahora el hecho de escribir? ¿Te sientes más presionado?
Lo comprendí temprano, al percibir los rostros maravillados de mis profesores. Lo de escribir me lo planteo como una obligación, pues no sería justo privar al mundo de mi deslumbrante talento. Ciertamente me siento algo más presionado, sí. Defraudar a las masas ansiosas me resultaría fastidioso, aunque es improbable que ocurra.

¿Tienes alguna especie de ritual o rutina para escribir? ¿Eres de los que se sientan ante el papel a esperar o se llevan el papel para tenerlo a mano cuando llegan las ideas?
No tengo ningún ritual, la verdad, pero no me pongo a escribir sin ideas. Cuando se me ocurre una idea la apunto y la guardo como algo muy valioso. Son como los ingredientes de un plato para un cocinero.
Mientras escribía Los Kalandrian me sentí muy presionado. Algunos ya sabéis que lo redacté literalmente contra reloj. De alguna manera logré que mi subconsciente (que es la verdadera fuente de ideas realmente interesantes) se implicara en la creación de la novela. A menudo me venían ocurrencias a la cabeza y tenía que apuntarlas en papelitos para no olvidarlas. Si logras implicar a tu subconsciente y ponerlo de tu parte es asombroso lo que se te llega a ocurrir, aunque no es fácil que ocurra. A veces incluso soñaba con los Kalandrian.

¿Cómo es el lugar donde escribes habitualmente?
Es una mesa abarrotada de libros y de objetos de todo tipo. La creación emana del caos, del desorden fundamental. Me gusta rodearme de un nivel de caos aceptable por mi mujer.

¿Lápiz, boli, estilográfica, ordenador, olivetti de toda la vida o grabadora?
El procesador de textos es el mejor invento de la historia, después de la cerveza fría y del Jack Daniel’s con cola.

¿Qué novela te hubiese gustado escribir?
Cien años de soledad

¿Escribes realmente lo que deseas o la novela toma vida propia?
Los personajes acaban adquiriendo su propio criterio. No sé cómo lo hacen, pero imponen sus opiniones y acaban condicionándolo todo.

Cuando escribes una historia, en qué piensas primero o con más intensidad ¿en lo que quieres transmitir con esa historia o en como lo quieres transmitir?
En el cómo. Prefiero escribir una historia sin demasiado contenido pero con buenas frases, metáforas y escenas a tener una historia interesantísima y mal contada (De ahí mi devoción por Cien años de soledad)
Es como los chistes; prefiero que el tipo tenga gracia aunque el chiste no sea nada del otro mundo. Como Chiquito, que es mi ídolo.

Creo que una vez dijiste que si tienes un buen personaje tienes una buena historia ¿crees realmente que es así? ¿no sería al revés, que con una buena historia se tienen buenos personajes?
El personaje es lo esencial. Si una persona es interesante te seduce enseguida. Si la amas o la admiras de verdad puedes quedarte mirándola embobado incluso mientras realiza acciones rutinarias.
Si el personaje no te interesa casi te da igual que le pasen cosas extraordinarias. A menos que le ocurra algo muy malo o cruel, pues en ese caso se te despierta el morbo e incluso puedes alegrarte de su desgracia. Y claro, no es bueno que el lector piense: “joder, menos mal que se le ha caído el puto piano encima al pavo este. No veas lo coñazo que era.”
No es bueno, claro está, si tu intención era que el lector se identificara con él y sintiera dolor o tristeza por su desdicha.


Por último no puedo dejar de preguntarte ¿como ha sido la experiencia de escribir un capitulo por día y siguiendo sugerencia de los lectores? Y no me vale una contestación tipo "estresante" o "estimulante", sino una explicación más completa porque ¿no es necesario una idea "global" de una obra antes de ponerse a escribirla?
Es un tema delicado, porque hay mucha gente (me refiero a personas de criterio contrastado) que opinan que escribir una novela sin tener en mente un croquis de la historia es una blasfemia literaria, además de una chapuza.
Yo no estoy totalmente de acuerdo, aunque resalto lo de totalmente porque creo que en el fondo ya tenemos la historia en alguna parte del cerebro o del corazón. Quiero decir que escribir no es como construir algo. Es más bien un trabajo de arqueología, de ir liberando la historia de capas de sedimento. Creo que las novelas ya están en nuestro interior, que se han ido escribiendo con nuestras experiencias. Creo que es más bien una cuestión de permitir que fluya, más que de “lograrlo”.
Por esa razón, a veces, tener un croquis de la novela puede resultar contraproducente si la historia y los personajes están realmente vivos. Puede llegar a estorbar, si es demasiado rígido, porque en algunos casos puede dificultar la creatividad.
No obstante, es cierto que una buena novela debe tener una estructura geométrica. Los personajes deben evolucionar a ritmo constante (independientemente de la velocidad. Puede ser un ritmo pausado o frenético, pero siempre constante)
Los cambios de ritmo y las ralentizaciones bruscas, en general, no aportan nada positivo. Aunque siempre hay excepciones a las reglas. Eso sí, saltarse las reglas y hacerlo de forma positiva es cosa de genios, de generadores de reglas. Las reglas son válidas hasta que llega alguien y demuestra lo contrario.
Es por eso que hay que vigilar mucho la estructura cuando escribes sin croquis. Sería algo así como pintar un cuadro sin esbozo previo. O tienes mucho ojo (o suerte) o queda descompensado.

Los Kalandrian

Los formidables Kalandrian me gustó y mucho, pero me dejó con un sentimiento de insatisfacción. Tenía la impresión de haberme leído una novela a medio hacer, o el primer borrador de una gran novela que no llegó a escribirse. ¿Es posible que el especial proceso creativo de la obra y el presentarla a un premio literario hayan acelerado en exceso el tiempo de gestación necesario de la novela?
Si la hubiera escrito con más tiempo hubiera sido muy distinta, y seguro que habría mejorado en muchos aspectos. Pero lo que es seguro es que también habría empeorado en otros.
Creo que lo más divertido es precisamente ese aire de festiva espontaneidad, un poco ingenua, que seguro que no se hallaría tan presente en caso de haber pensado más. Digamos que una cosa va por la otra.

Si no hubieran publicado los Kalandrian, ¿habrías seguido trabajando en la novela o la habrías dejado como estaba?
No estoy muy seguro. Puede que la hubiera toqueteado un poco, pero no demasiado. Ya te digo que enseguida me di cuenta de que al haber escrito así, tan rápido, sin detenerme a repasar o a meditar, le había dado un tono muy peculiar. Como un esbozo de carboncillo dibujado sin pensar demasiado, con la muñeca muy suelta.

El comienzo de la historia, el dedicar un capítulo a cada personaje me deja con la impresión de que cada uno de ellos podría tener una historia independiente, larga, completa por sí misma. ¿Lo has hecho así desde un principio o en algún momento decidiste acortar la historia? Es decir, ¿te has guardado cosas, matices, algo que hubiera podido modificar el resultado de los Kalandrian?
Creo que lo realmente esencial se puede expresar con muy pocas palabras. Hace poco leí un reportaje en el que un crítico hablaba de un libro de recopilación de grandes obras de la literatura a las que se había despojado de lo intrascendente. Incluso una editorial española sacó una edición del Quijote “podada” de algunos pasajes poco esenciales para el desarrollo de la historia. Puede sonar a blasfemia, lo sé, pero resulta interesante planteárselo.
Y eso que no me refiero a la tendencia que se está imponiendo en la literatura “de entretenimiento” actual (contra la que no tengo nada, más bien al contrario, que soy devorador de best seller), en la que lo único interesante de algunas novelas es el último párrafo, “para saber de una puta vez cómo acaba”.
Suelo desconfiar cuando lo primero bueno que dicen de una novela es “que engancha. Que no puedes dejarla, que te atrapa.” Suele ser sintomático de que el autor extorsiona al lector para tragarse la trama argumental aprovechando la tendencia del ser humano de conocer los desenlaces de las historias.
Es como si vas de vacaciones a un país y dices: “joder, es que quiero saber cómo van a acabar las vacaciones. Ojalá pasen rápido estos días.” Una buena novela te seduce sin prisas ni brusquedades, y te da pena cuando vas dejando las páginas atrás. A veces me da por mirar el montón de páginas que me quedan por leer, y si ya son menos de la mitad y me da pena es que la novela es buena y me ha seducido.
Es cierto que se podría escribir toda una novela sobre cualquier personaje secundario de una novela que te guste.

¿Es usted consciente de la facilidad telepática que tiene por inspiración divina para contactar tan rápidamente con algunos lectores suyos, en concreto con la que escribe, y que acaba de hacer una novela a su gusto y necesidad cual modisto o terapeuta en labor?
Sé que soy una modesta (aunque brillante) herramienta divina. Dibujar sonrisas en los rostros de la gente es algo muy especial. Es como cambiar un poco el mundo. Mejorarlo, quiero decir. Como si brillara un poco más durante una fracción de tiempo.

¿Tiene algún significado el nombre de la familia, Kalandrian?Hace poco me enteré de que realmente existe, de que hay gente que se llama así. Por lo que me dijo el señor en cuestión es un apellido de origen armenio.
La verdad es que yo no recordaba haberlo oído (recuérdese lo del subconsciente, igual lo leí hace años por ahí y se quedó almacenado)
Lo usé porque me gustaba cómo sonaba. Había otras posibilidades, como Krindelsson (suecos) o Kasparovian (rusos).

¿La escribiste pensando en hacer una historia de humor, una historia disparatada que busca la carcajada? Sin duda eres consciente de la ternura que envuelve a todos los personajes; los presentas inicialmente como supuestamente malos –Allegra y Fabio II en sus respectivos colegios, por ejemplo-, pero devienen sensibles y maravillosos. ¿Tienen vida propia? ¿Se escaparon a tu control, a tu intención mientras escribías?
Desde el principio pretendía escribir algo divertido, incluso intrascendente. Me apetecía mucho.
Sin duda, los personajes acaban adquiriendo su propio criterio y acaban haciendo lo que les da la gana.
Algunas de las más grandes personas que he conocido en mi vida eran individuos aparentemente taciturnos, incluso hoscos. La sinceridad suele ser dolorosa para los demás, y (como dijo mi querida Gin) la simpatía está sobrevalorada en nuestra sociedad.

¿Puede haber paralelismos entre "Abierto toda la noche", una novela cómica familiar, y "Los formidables Kalandrian", otra novela cómica con una familia como protagonista?
Pues no la he leído, pero no ahora no tardaré en hacerlo por curiosidad.

¿Qué hay de autobiográfico en la novela si es que realmente hay algo?
Siempre hay detalles autobiográficos, siempre. En el caso de los Kalandrian son detalles de los personajes, de su forma de ver las cosas.

¿En que momento tuviste el primer pensamiento de lo que después sería la novela? Puede ser algún personaje, situación de la novela, título...
El primer capítulo, el de George Kalandrian. El que acaba metido en una caja fuerte en el fondo del mar. Me hacía gracia el tema del escapismo. Hay algo muy morboso y místico en el tema de los escapistas. Los demás vinieron a partir de ese capítulo.

Creo que Los formidables Kalandrian es y no es tu primera novela; dadas las actuales circunstancias, ¿aceptarías publicar en seguida la primera? ¿De cuál te sientes más satisfecho, por el argumento, por los personajes, por el desarrollo?
Eso sería como preguntarle a una madre que a qué hijo quiere más. Puede que tenga un favorito, pero no te lo confesará nunca. En cuanto a publicar la 1ª en una editorial profesional es un tema complejo. Si los Kalandrian funcionaran los editores y agentes me harían más caso, pero la 1ª novela no tiene nada que ver con los Kalandrian, así que no sé si les resultaría atractiva la idea.

De todo un poco


¿Cuáles son los escritores que más te gustan, aquellos que más admiras y que sueles leer o releer con mayor frecuencia?Hay muchos, pero Cien años de soledad la leo cada dos o tres años.

Música favorita. ¿Qué escuchas una y otra vez?
Vivaldi

Si tuvieras que elegir: ¿literatura o cine? ¿No te gustaría más ser actor o director de cine?
La literatura. Es más autista. Estás tú solo con los personajes y el teclado. Creas mundos y personajes y estás a tu aire. El cine es un trabajo de equipo.

Título de uno solo, tu libro entre todos los libros.
Cien años de soledad, cómo no.

¿Cuál es el peor libro que te han regalado?
“Guía del buen cristiano”

¿Te gusta cocinar? ¿Tienes habilidad natural? Un menú para un día no muy especial, venga, en el que estés tranquilo y dispongas de todo el tiempo del mundo.
Me gusta, sí. Un menú ideal es una buena ensalada creativa. Con una ensalada puedes hacer cualquier cosa e incluso proyectar tu forma de ser. No hay reglas. Me encanta añadirle queso de cabra tibio, a las ensaladas.
Y en invierno se puede meter la ensalada en el horno unos minutos, para ponerla a 25 ó 30 grados. ¡No hay reglas, con las ensaladas!

**********************
P.S.: Extracto d'un emilio que recibí:

'' Hola Pi,

El autor ha respondido raudo y veloz a mi mp para decirme que pedir permiso para publicar la entrevista es puro trámite, que podemos hacer lo que nos dé la gana!! :-) Vamos que está encantado de que quieras publicar la entrevista en tu blog. Y yo también, pues me parece que
quedó bien bonita, con buenas preguntas de la gente y mejores respuestas del autor. Carmenneke."

Jorge Berenguer - Los Formidables kaladrian


Una mañana de primavera compareció en la tienda de Giacomo Torelli vestido con el traje de los domingos. Se había peinado cuidadosamente, con la raya en el medio, y lucía un clavel en el ojal del traje de raya diplomática que había pertenecido a su bisabuelo George, el espapista submarino. LLevaba también unos antiguos botines forrados de lentejuelas.

-¿A dónde vas así, Fabiolino? -se burló Giacomo, mientras le servía un expresso-. ¿Vas a declararte a una ragazza?
-Sí, Signore Giacomo -respondió el joven novio de la muerte-. Voy a pedirle permiso a Piccolo Testafreda para llevar a su hija al cinematógrafo -respondió, tranquilamente, mientras examinaba la crema de café con interés de experto.

El viejo Giacomo, que llevaba cuarenta y cinco años observando a la gente, acodado en aquel mostrador de roble, se dio cuenta enseguida de que Fabio hablaba en serio.

-No vas armado -observó el anciano.
-No se preocupe, sé lo que hago.

Giacomo suspiró. Hacía muchos años que los seres humanos habían dejado de sorprenderlo. Aquel chico había enloquecido por culpa de ese horrible trabajo, indudablemente.

-Está bien, muchacho. Te invito al café. Y llévate mi aguja de ojal o perderás esa flor -le dijo, mientras le aseguraba el clavel de la solapa con el alfiler. Hablaba con el tono del que está muy resignado a convivir con las tragedias de la vida.
-Gracias. Dele recuerdos a su amable y encantadora esposo, Signore Giacomo.

Fabio salió de la tienda tranquilamente, y el eco familiar de la campanilla que colgaba en el marco de la puerta se enredó unos instantes en los destellos de las lentejuelas.
El viejo Giacomo había visto con sus propios ojos a Piccolo Testafreda volcar un furgón de fruta de un empujón, unos años atrás, cuando todavía estaba haciéndose un nombre en el barrio. Era uno de los tres o cuatro hombres más grandes que había conocido en toda su vida, Pesaba casi doscientos kilos y era el dueño del distrito, y en una ocasión le había fracturado los brazos y las piernas, en medio de la calle, a un muchacho forastero que le regaló una flor a su hija.
El viejo observó a Fabio cruzando la calle sin prisas, mientrs se aseguraba la flor en el ojal.
Lo de aquel muchacho era una pena, decididamente.

Fabio entró en el Gino's bar de los Testafreda, y antes de que se extinguiera el sonido de la campanilla (un fa bemol, en esta ocasión) se dirigió a Piccolo con estas palabras: ''Me han dicho que es usted el padre de la ragazza de senos apetitosos y nalgas fibrosas que vive aquí. Me presento ante usted, con el debido respeto, para pedirle su mano. La he estado espiando y la he visto desnudarse, y creo que me he enamorado de ella. Cuando la contemplé por primera vez, bañada por la luz de la luna, mis pezones se pusieron tan duros que podría haberlos usado como gomas de borrar. No me importa que sean ustedes italianos, Signore Testafreda''.

Piccolo Testafreda estaba acodado detrás de la barra, leyendo un periódico. Gianni Longo estaba sentado en una de las mesas, limándose cuidadosamente las uñas. Era el guardaespaldas de Piccolo. Medía un metro y medio escaso, pero podía reventar una fila de seis botellas en apenas tres segundos, con su Colt 45, a una distancia de más de veinte metros.
El arma apareció en su mano derecha como por arte de magia, y el enano apuntó a la cabeza de Fabio mientras se levantaba despacio y se colocaba detrás de él, apoyando el frío cañón en la nuca del muchacho.

-¿Es cierto eso? -preguntó Piccolo, con un murmullo profundo.

Fabio despegó la mano de su costado y la alzó muy despacio, mostrando una pieza de ropa interior femenina.

-Las llevo siempre cerca de mi corazón.

La obsesión fundamental de Piccolo era la posibilidad de que otro hombre tocara a su diminuta y bellísima hijastra. Sus celos enfermizos eran famosos en toda la ciudad.
Al ver las carísimas bragas de la muchacha en la mano de aquel apuesto joven (Fabio había invertido mucho dinero en convencer a un chico del barrio para que las robara del tejado, jugándose la vida), el gigante emitió un suspiro de morsa y se pasó la mano por la cara, dejándola unos momentos apoyada sobre los ojos.

Fabio pudo oír una gotera en alguna parte de la trastienda. (págs. 18-21)

miércoles, 8 de octubre de 2008

Donna Leon - Vestido para la Muerte

En el autobús había caras conocidas; a veces, algunos pasajeros compartían el taxi desde la terminal de Mira o, si hacía buen tiempo, iban andando en grupo hasta el sanatorio, sin hablar casi nunca de algo que no fuera el tiempo. En la estación de autobuses se apearon seis personas, dos de las cuales eran mujeres a las que él conocía de otros viajes, y los tres acordaron rápidamente compartir el taxi. Como el vehículo no tenía aire acondicionado, el tiempo les dio motivo de conversación para rato, y todos se alegraron de la distracción.

Al llegar a la casa di reposo, cada uno sacó cinco mil libras. El coche no tenía taxímetro; pero todo el que hacía aquel trayecto conocía la tarifa.

Brunetti y las dos mujeres entraron juntos, todavía manifestando la esperanza de que pronto cambiara el viento o que viniera lluvia, comentando que hacía muchos años que no era tan riguroso el verano y preguntando qué pasaría con las cosechas si no llovía pronto.

Él conocía el camino, tenía que subir al tercer piso. Las dos mujeres se quedaron en el segundo, donde estaban los hombres, aunque se fueron en direcciones distintas. En lo alto de la escalera, vio a suor' Immacolata, su monja favorita.

- Buon giorno, dottore -dijo ella con una sonrisa acercándose por el pasillo.
- Buon giorno, hermana- respondió. La veo muy fresca, como si no sintiera el calor.

Ella sonrió, como siempre que él bromeaba sobre la temperatura.
- Ah, ustedes, los del norte, no saben lo que es el calor. Esto no es nada, apenas un soplo de primavera.

Suor' Immacolata era de un pueblo de las montañas de Sicilia y su comunidad la había destinado aquí hacía dos años. En medio de la angustia, la demencia y el sufrimiento que eran su pan de cada día, lo que peor soportaba ella era el frío, pero sus quejas eran siempre irónicas y displicentes, dando a entender que era absurdo hablar de aquellas pequeña mortificación, frente a tanto dolor verdadero. Al verla sonreír, él volvió a reparar en lo bonita que era, con sus ojos castaños almendrados, sus labios suaves y su nariz fina y elegante. Ésta era una de las cosas que Brunetti no comprendía. Él se consideraba un hombre realista y sensual, y en la vocación religiosa sólo podía ver el renunciamiento, no el amor que la inspiraba.

-¿Cómo está?
- Ha pasado buena semana, dottore.

Brunetti sabía que la semana sólo podía haber sido buena por omisión: su madre no había atacado a nadie, no había roto nada ni se había hecho daño a sí misma.

- ¿Come?
- Sí, dottore. El miércoles hasta almorzó con las otras señoras.

Él esperaba que ahora le contara el desastre que ello había provocado, pero suor' Immacolata no dijo nada más.

- ¿Puedo entrar a verla? -preguntó.
- Desde luego. ¿Quiere que entre con usted?

Qué delicia, el tacto de la mujer, qué dulce su caridad.

- Gracias, hermana. Quizá ella se sienta más cómoda si la ve a usted conmigo, por lo menos, al entrar.
- Sí, eso podría mitigar la sorpresa. Una vez se acostumbra a cada persona, todo va bien. Y una vez intuye quién es usted, dottore, está contenta.

Era mentira, Brunetti lo sabía y suor' Immacolata también. Su religión le decía que mentir es pecado y, no obstante, cada semana, ella decía esta mentira a Brunetti o a su hermano. Después, de rodillas, pedía perdón por un pecado que no podía evitar y que sabía que volvería a cometer. En invierno, al acostarse, después de las oraciones, abría la ventana de su celda y quitaba de la cama la única manta con la que se le permitía abrigarse. Pero semana tras semana reincidía en la mentira.

[...] Le parecía que, cada vez que venía a esta casa, hacía lo que suele hacer el que sabe que va a experimentar una brusca impresión física, un pinchazo o una ducha de agua fría: tensar los músculos y concentrarse por completo en resistir el dolor, excluyendo cualquier otra sensación. Sólo que, en lugar de tensar loa músculos del cuerpo, a él le parecía estar tensando los del alma.

Se pararon delante de la puerta de la habitación de su madre, y entonces llegaron los recuerdos, golpeando como furias: comidas alegres, risas, canciones, con la clara voz de soprano de la madre dominando a las demás; su madre, prorrumpiendo en un llanto histérico cuando él le dijo que se casaba con Paola, y luego, la misma noche, entrando en su cuarto a darle la pulsera de oro, el único regalo que le quedaba de su marido, y diciendo que se la diera a Paola, que siempre había sido para la esposa del primogénito.

Con un esfuerzo, Brunetti ahunyentó los recuerdos y sólo vio la puerta blanca y el hábito blanco de suor' Immacolata que habría la puerta y entraba delante de él dejándola abierta.

- Signora -dijo la monja-, signora, su hijo ha venido a verla. -Cruzó la habitación y se inclinó hacia la anciana encorvada que estaba al lado de la ventana-. Qué alegría, ¿verdad? Ha venido su hijo.

Brunetti se había quedado en la puerta. Suor' Immacolatta le hizo una seña con la cabeza y entró, abstiniéndose de cerrar, como era lo obligado.

- Buenos días, dottore -dijo la monja recalcando las sílabas-. Me alegrao de que haya podido venir a ver a su madre. ¿Verdad que tiene buen aspecto?

Él dio unos pasos y se detuvo, manteniendo las manos apartadas del cuerpo.

- Buen di', mamma -dijo-. Soy Guido. Vengo a verte. ¿Cómo estás, mamma? -Le sonreía.

La anciana, sin apartar la mirada de Brunetti, asió el brazo de la monja obligándola a agacharse y cuchicheó al oído.
(págs. 137-140)

jueves, 2 de octubre de 2008

Kdada Q´ Leer & Q´Charlar - Octubre '08 (Mallorca)

1ª LA LLEGADA
2ª EL ENTORNO
3ª EL LUGAR
4ª LAS CONSUMICIONES


5ª LAS PROTAGONISTAS.... Más conocidas como las Sirenas del Mediterráneo ;)

miércoles, 1 de octubre de 2008

Veranillo de San Miguel (I)

La mañana de este lunes de veranillo de San Miguel ha resultado un tanto peculiar.

Mientras hablaba por móvil alardeando de mi buena forma física por poderme agachar para arrancar unas pocas malas hierbas, he descubierto una planta que como ave fénix ha renacido en estos últimos meses de sus cenizas. Y no es que sea planta de temporada, no, es que cuando se tronchó, por accidente, el minúsculo tronco, en vez de arrancarla, me limité a tirar el resto vegetal que yacía inerte sobre la tierra.

Hoy al despejar unos pocos centímetros cuadrados de hojas de otoño ví, entre ocres y marrones, un atractivo verde que me llamó poderosamente la atención. La fina línea roja que perfila sus largas y afiladas hojas me hizo reconocerla en el acto y recordar al mismo tiempo su trágico origen. No pude si no alegrarme de mi inmensa fortuna por encontrar tantas ganas de vida en esta época del año en la que lo propio es morir o aletargarse.

Ante su pequeñez y fragilidad, y en previsión a otro posible accidente, la rodee de piedras para que quedara visiblemente señalada, en ese mar de hojas que volverá a haber mañana, y potencialmente protegida de otra posible pisada.