martes, 8 de enero de 2008

El Corazón de las Tinieblas - J. Conrad

>>Yo creía que su recuerdo era como los demás recuerdos de muertos que se van acumulando en la vida de todo hombre: una vaga impresión en el cerebro de las sombras que se han proyectado sobre éste en su rápida travesía final; pero ante la puerta alta y pesada, entre los altos edificios de una calle tan tranquila y decorosa como un sendero bien cuidadado de cementerio, tuve una visión de Kurtz en la camilla abriendo la boca con voracidad como si fuera a devorar la tierra entera y todo el género humano. Entonces vivió ante mí; vivió tal y como lo había hecho en vida: una sombra insaciable, ávida de esplendores, de realidades espantosas; una sombra más oscura que la sombra de la noche, y notablemente cubierta por los pliegues de una elocuencia magnífica. La visión pareció entrar en la casa conmigo: la camilla, los porteadores fantasmales, la salvaje muchedumbre de fieles obedientes, la penumbra de la selva, el destello del río entre los meandros tenebrosos, el ritmo del tambor, regular y amortiguado como el latido de un corazón, el corazón de unas tinieblas victoriosas. Fue un momento de triunfo para la jungla, un arranque invasor y vengativo que, a mi parecer, sólo a mí correspondía guardar para la salvación de otra alma. Y el recuerdo de lo que le había oido decir allá abajo, con las figuras astadas agitándose detrás de mí en el resplandor de las hogueras en el bosque paciente, aquellas frases entecortadas volvieron a mí, fueron oídas de nuevo en su ominosa y aterradora simplicidad. Recordé sus súplicas abyectas, sus amenazas mezquinas, la escala colosal de sus viles deseos, la maldad, el tormento, la tempestuosa angustia de su alma. [...]
>>Me pareció oír el grito susurrado:"¡El horror! ¡El horror!" (págs. 137-138)

No hay comentarios:

Publicar un comentario