lunes, 22 de diciembre de 2008

Insomnio

No siempre tuvo miedo a la noche,
pero desde que ella se coló por la ventana
el sueño la esquiva.

No era su hijo,
ni hay otro que ocupe su sitio,
si lo hubiera sido
más no lo habría querido.

Gentil caballero a su juventud subido.

Ay! La fría guadaña
llevándose por delante
todo lo que reclama.




martes, 2 de diciembre de 2008

Cuento para diciembre - Wara


1
Dicen las gentes del lugar que "la del Portal" es la ermita donde a las muchachas más les gusta casar…
Siempre había sido testigo de los matrimonios que se celebraban en la antigua capilla cuyo portal se abría cual proa a los mares serenos e inquietos que embestían las rocas en su base, su asiento, su cimiento imbatido. Cuando la arena descansaba o dormía, ella temía importunarla o herirla con la huella de sus pies suaves de niña. Fue así que de alguna forma aprendió a volar, a no rozar el suelo, a caminar sobre el viento… Imposibles ejercicios que otros niños desarrollaban sobre papel de arroz, ella los imitaba en la playa sobre las brillantes pepitas de oro que conformaban su magnífico tesoro. Seguramente intuía que para ella no habría esa dicha, una fiesta con flores, arroces en el aire y pétalos sostenidos en el viento de la tarde.
En diciembre cumpliría 15 años y era poco lo que podía conocer de la vida. ¡Si era apenas de sueños lo que sabía! Por eso, cuando él le susurró: "Nada sabe tan dulce como tu boca", ella experimentó esa dulzura que emanaba de sí misma y sus reservas cedieron y se entregó a lo desconocido.
Era una niña que apenas podía cuidar de sí misma. Era una madre niña con la más preciosa de las criaturas en sus brazos infantiles, preciosa a su corazón, dueña de su alma y motivo de su amor infinito. En diciembre cumpliría quince años y mientras en su vida se infiltraba el temor, la duda horadaba obstinada sus entrañas.
En diciembre cumpliría quince años y ya comprendía que no debía alejarse jamás del sueño del bebé de ojos de ébano. Empujaba el cochecito, lo llevaba consigo, lo mecía y acunaba con amoroso gesto y ritmo. El niño sentía la suavidad de aquel baile y se dormía complacido.



2
Despertó la mañana con la noticia del hallazgo de un cochecito de recién nacido, negro y magullado, allá justamente junto a Nuestra Señora, a los pies de su ermita. Acudió la gente, curiosa, acudió presurosa.
Buscaron incansablemente de día y de noche sin que del bebé y de la niña se hallara un rastro ni hubiera más noticias desde aquel fatídico día.
En diciembre cumpliría quince años, recuerdan todavía los más viejos. Cuentan que pretendía llegar a la playa, imprudente, y que en la terquedad de su huida perdió el camino, erró los pasos, se despeñó por el terraplén y el mar, al retroceder, se llevó consigo los cuerpos de ambos, de la mamá y su niño.
Pero hay quien prefiere recordar cuánto quería aquella niña a su hijo; recuerdan que sintió tan grande la amenaza de perderlo que oró con todas sus fuerzas a la virgen de la ermita, y ésta abrió a sus pies la puerta a un paraíso, un portal que ambos atravesaron en silencio, sin ser vistos.
Hay tardes en que a la orilla del mar se oyen como ecos de risas. Hay huellas en la arena, hay movimientos en el aire… hay cosas que uno no sabe, no se explica… son como juegos de niños.
Wara,
1º de Diciembre de 2008
P.S.: La semana pasada salí a dar un paseo por donde acostumbro y para variar me llevé la cámara. El día luminoso, para ser finales de noviembre, regalaba colores difíciles de recoger en esta época del año. Trasteando con el zoom de la cámara, me dí cuenta de que había un cochecito de bebé nuevo y caído en un lugar impensable. Se me ocurrieron unos cuántos porqués de aquel objeto en aquel sitio, y pensé que podría muy bien ser motivo de una historia. Pocas horas después le propuse a Wara, por todo el morro, que me regalara un cuento basándose en las fotos que le iba a mandar. Así que tras el interrogatorio de primer grado,al que sometió, acerca del lugar y sus aledaños y, la visualización de las instantáneas, accedió a mi petición descarada. Éste que tenéis arriba, es el resultado de sus pesquisas y fabulaciones. Muchísimas gracias Wara.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Stieg Larsson - La Chica que Soñaba con una Cerilla y un Bidón de Gasolina


Estaba amarrada con correas de cuero en una estrecha litera de estructura de acero. El correaje le oprimía el tórax. Se hallaba boca arriba. Tenía las manos esposadas a la altura de los muslos. Hacía mucho tiempo que había desistido de todo intento se soltarse. Se encontraba despierta pero con los ojos cerrados. Si los abriera, sólo vería oscuridad; la única luz existente era un tímido rayo que se filtraba por encima de la puerta. Tenía mal sabor de boca y ansiaba lavarse los dientes. Una parte de su conciencia aguardaba el sonido de unos pasos que anunciaran su llegada. Ignoraba qué hora de la noche sería, pero le parecía que empezaba a ser demasiado tarde para que él la visitara. Una repentina vibración le hizo abrir los ojos. Era como si una máquina se hubiese puesto en marcha en algún lugar del edificio. Unos segundos después ya no estaba segura de si se trataba de un ruido real o de si lo había imaginado. Tachó un día más en su mente. Era el día número cuarenta y tres de su cautiverio. Le picaba la nariz y giró la cabeza para poderse rascar contra la almohada. Sudaba. En la habitación hacía un calor sofocane. LLevaba un sencillo camisón que se le arrugaba en la espalda. Al mover la cadera pudo atrapar la prenda con los dedos índice y corazón para irla bajando, centímetro a centímetro, por uno de los lados. Repitió el procedimiento con la otra mano. Pero el camisón había hecho un pliegue en la parte baja de la espalda. El colchón estaba abullonado y era muy incómodo. Su total aislamiento provocó que todas las pequeñas impresiones, en las que no habría reparado en otras circunstancias, se intensificaran. Las correas estaban un poco flojas, de modo que podía cambiar de postura y ponerse de lado; pero entonces el brazo que le quedaba debajo del cuerpo se le dormía. No tenía miedo. Pero sí una rabia contenida cada vez mayor. Al mismo tiempo, la atormentaban sus propios pensamientos, que se transformaban constantemente en desagradables fantasías sobre lo que iba a ser de ella. Odiaba esa forzada indefensión. Por mucho que intentara concentrase en otra cosa para pasar el tiempo y olvidarse de su situación, la angustia siempre acababa por aflorar. Flotaba en el aire como una nube de gas que amenazaba con peneatrar por sus poros y envenenar su existencia. Había descubierto que la mejor manera de mantener alejada esa angustia era imaginándose algo que le transmitiera una sensación de fuerza. Cerró los ojos y evocó el olor a gasolina. (págs. 7-8)

jueves, 27 de noviembre de 2008

A Perfect Breakfast - La Bastille, París 2007

J.M. Caballero Bonald - Música de Fondo

Llega el momento de decir la palabra
y se la deja fluir, se la ayuda
a resbalar entre los labios,
anclada ya en sus límites de tiempo.
La palabra se funda a ella misma, suena
allá en el corazón del que la habla
y trepa poco a poco hasta nacer
y antes es nada y sólo una verdad
la hace constancia de algo irrepetible.

Súbitamente esa palabra aumenta
el hallazgo caudal de la memoria,
boga sobre los hombres que la escuchan,
gira anhelante entre vislumbres
y se alza más y más y se perfila, pule
sus bordes balbucidos, se nivela entre sueños.

Después inicia su holocausto.
Función de amor o de vileza,
la palabra se gasta en los oídos,
puebla sus márgenes de brozas,
se torna vana, amago de un aliento,
oscuridad final y sin sentido.
Está cayendo ya hecha pedazos.
Rescoldos sumergidos, restos
de rescates sin fondo, flota y flota
sobre las intenciones proferidas,
entre el silencio de las conjeturas.

Es nada la palabra que se dijo
(no importa que se escriba para
querer salvarla), es nada y lo fue todo:
la música del mundo y su apariencia.

"Memorias de poco tiempo" 1954

viernes, 14 de noviembre de 2008

Matilde Asensi - Tierra Firme

De esta guisa andaban las cosas cuando, cierto día, avanzada ya la estación de las lluvias, y tras zarpar de Santa Marta con las bodegas llenas de bananos, cocos, marañones, jengibre, papayas, vino de caña, cueros y tabaco, mi señor padre nos reunió a todos en la cubierta y, desde la toldilla, nos dijo:

- No conviene hacer esperar más a Benkos Biohó no sea que busque otro mercader para cubrir su demanda. En los últimos meses he tenido los ojos y los oídos bien abiertos para ponerme al tanto del trato ilícito en estas aguas.

Mis compadres y yo asentimos. Era cierto que ahora frecuentábamos todas las tabernas de los puertos en los que atracábamos y que mi padre sostenía largas conversaciones con los dueños de estos lugares mientras nosotros bebíamos, Era, asimismo, verdad que, gracias a ello, yo había aprendido a estirar el contenido de mi vaso para no tomar más vino, chicha o ron del que resistía (que nunca era más de un cuartillo), de suerte que sabía cuándo debía parar para no perder la cabeza ni echar las tripas. Lo que más agonías y pesares me causó fue empezar a fumar, pero me habitué a echar humo por la boca para no desairar a mis compadres y, con el tiempo, me gustó y disfruté del tabaco, que, además, según afirmaban los indios, tenía muchas y muy buenas propiedades curativas.

- Pues bien -siguió diciendo mi padre-, tras numerosas cavilaciones y razonamientos, he decidido que vamos a buscar a los piratas y corsarios que vienen hasta Tierra Firme desde las provincias rebeldes de Flandes. He sabido que el anterior soberano, Felipe el Segundo, por torcerles la desobediencia y poner fin a la larga guerra que sostenemos contra ellos, les cerró los puertos lusitanos en cuanto se apoderó de Portugal en el año ochenta y uno. Esta decisión no era cosa baladí para los flamencos ya que de las salinas de Setúbal extraían la sal paa sus salazones que, como sabéis, es la principal de sus industrias y su mayor fuente de riqueza, pues venden a todas las naciones del mundo los arenques, cecinas, mantecas y quesos que alimentan a las tripulaciones de las naos. No se arredraron los flamencos con este castigo, antes bien, pusieron manos a la obra y buscaron nuevas salinas para reemplazar las de Setúbal. Con unas naves llamadas flautas, alcanzaron las islas africanas de Cabo Verde y de allí han estado extrayendo sal hasta que un nuevo embargo real sobres sus naves, dictado hace dos años, los ha obligado a poner las miras en nuestras tierras. La primera flota marinera flamenca llegó hace unos meses y encontró el filón que buscaba en un lugar de nuestra costa que nosotros siempre hemos ignorado y despreciado por árido, desolado y yermo, pero que para ellos, a lo que parece, está resultando muy fértil y próspero. Me refiero a la península de Araya, a sólo tres leguas al norte de Cumaná. (págs. 104-105)

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Natsume Söseki - Botchan

Desde mi llegada había algo en Camisaroja que no me gustaba. En algún momento cambié mi criterio y pensé que era una buena persona aunque un poco afectado, pero ahora volvía a ver, más claramente aún, que sus intenciones no eran buenas, y eso me gustaba menos aún. Me daban igual las buenas razones que aparentara defender, o que intentara impresionarme por ser mi jefe de estudios. ¡Uno no es mjero persona por saber argumentar con habilidad! Ni se es peor por no saber hacerlo bien. A primera vista, Camisaroja tenía razón en lo que decía, pero por muy bien que sonara no me llegaba al corazón. Si el dinero, la autoridad o el intelecto pudieran comprar los corazones de la gente, las personas más queridas serían los prestamistas, los policías o los profesores de universidad. Y los razonamientos de todo un jefe de estudios de una escuela secundaria no iban a conquistar mi corazón. Los seres humanos obramos por lo que nos gusta y lo que nos disgusta, no por los razonamientos abstractos que se derivan de ello.

-Es posible que tengas razón en lo que dices -anadí-, pero a pesar de todo no quiero esa subida de sueldo. Por mucho que lo medite no voy a cambiar de opinión. Y ahora he de irme. ¡Adiós!

Y de ese modo me dirigí a la salida. La Vía Láctea era una guirnalda sobre mi cabeza. (pág. 172)

miércoles, 5 de noviembre de 2008

La muerte de Amalia Sacerdote - Andrea Camilleri (La Maestría del Diálogo)

- Precisamente. Y Amalia se fue a un apartamento cuyo alquiler pagaba su amante, el propietario de aquel coche de lujo que vieron los Lo Curto. Y después no sólo le dio dinero para comprar la casa. Me consta que la cuenta bancaria de Amalia era gorda. Cuando salía con Stefania y Serena, era siempre ella la que pagaba.

- Me parece que si Lo Bue logra conocer estos nuevos elementos, descubrirá en seguida al verdadero asesino.

- Seguro que descubre al asesino. Que sea el de verdad es otro cantar.

Se había hecho traer los habituales espaguetis con sepias en su tinta y había empezado a comer. Michele, que había terminado el primero, decidió no pedir nada más y, por precaución, se desplazó diez centímetros hacia atrás con la silla.
Sólo entonces captó el sentido de las últimas palabras de Lamantia.

- Perdona, no he entendido bien. ¿Qué me estás diciendo?

- ¿Respecto a qué?

- Esta historia del verdadero asesino. No la he entendido.

El otro levantó la cabeza del plato y lo miró a los ojos.

- Michè, no te entiendo.

-¿Qué quieres entender?

- Si eres o te haces.

- Te aseguro que no...

Gabriele siguió mirándolo un momento en silencio. Luego dijo:

- Ya veo que eres sincero.

- Gracias.

-¿Sabes qué eres?

- ¿Ahora te haces el filósofo?

- Ni soñar. Pensaba que eras, yo qué sé, un mayor, un coronel, un oficial del estado mayor y, en cambio, sólo eres un soldado raso..

- Gabriè, ¿quieres hacerte entender?

- Michè, mientras la batalla está en curso, ¿qué hace un soldado raso que se encuentra en primera línea? Combate, obedeciendo las órdenes que le dan. Pero no entiende nada ni sabe nada de la estrategia general del mando supremo, sólo sabe que con sus compañeros debe conquistar una determinada colina e intenta hacerlo. Así eres tú. Has hecho lo que te han dicho y ...

- Vuelvo a repetirte: no entiendo nada.

- Entonces te digo algo y veremos si llegas por tu cuenta. ¿Sabes cuándo he comenzado a entender que había algo podrido en Dinamarca, como dice Hamlet? Cuando empezó el vals.

-¿Qué vals?

- El de los abogados. ¡No me dirás que tampoco te has dado cuenta de eso!

- No, había algo de los abogados que no me cuadraba. (págs. 164-166)

martes, 4 de noviembre de 2008

Benjamin Péret - El Cuadrado de la Hipotenusa

Primera flor del castaño que se eleva como un huevo
en la cabeza de los hombres de metal
duro como una escollera
cuando
en la lluvia de tinta que me atraviesa con espejos
tus ojos mágicos como un árbol degollado
gritan en todos los tonos
Yo soy Rosa
te am0 como el antiguo helecho ama a la piedra que lo ha
transformado en ecuación
te am0 a brazo partido
te am0 como una sartén al rojo en una caverna
Que tu vestido de alambre de púas
me desgarre con un estruendo de vajilla que cae por la escalera
te amo como una oreja arrancada por el viento
que silba Espera
Espera que la plancha haya quemado la camisa de rocío
para hacer florecer en ella el reflejo del cristal escondido en
una gaveta
espera que la pompa de jabón
después de haber reventado como un zar de los topos
que no cubrirán jamás los hombros amados
renazca en el polvo asesinada por el sol que se ha vuelto azul
y que yo acecho por el ojo de la cerradura
velluda
helada
en la prisión de líquenes polares donde me has encerrado
espera vástago de la sal
espera vino de acantilado que acaba de aplastar un patronazgo
espera víscera de fósforo que no sueña sino en incendios de
bosques
espera
Yo espero

domingo, 26 de octubre de 2008

Flash

Soy dueño de mi tiempo. Hago con él lo que quiero.
(Mentira. Ni eres su propietario, ni se deja manipular. Es un mero espejismo para poder seguir respirando una vez más.)

lunes, 20 de octubre de 2008

En mi bandeja de entrada - JK5022

“Soy sobrecargo de Spanair”
C.R. | Sobrecargo de Spanair | 28/08/2008 | Actualizada a las 03:31h

Suena el despertador, son las cinco de la mañana me levanto y me ducho. Aún con los ojos medio cerrados me visto, me maquillo y me dispongo a salir para ir al aeropuerto. Allí nos reunimos toda la tripulación una hora antes del despegue y realizamos lo que llamamos briefing, un pequeño recordatorio de las emergencias y de las peculiaridades del día.

Hoy volamos en un MD-82. Chequeamos que el material de emergencia esté correcto mientras el comandante y el copiloto hacen sus comprobaciones. Sube mantenimiento y comenta con los técnicos como está el avión, llega el coordinador del vuelo, que es el enlace entre el personal de tierra y vuelo. Espera nuestro visto bueno para empezar el embarque, que como cada día realizaremos con una sonrisa en el rostro y con nuestra mejor disposición.

Soy sobrecargo de Spanair, ese es mi trabajo. Después de más de ocho años en la compañía no sabría decir cuántas veces he despegado y aterrizado, cuántas horas de vuelo llevo a mis espaldas, cuántos saludos he repartido, pero sí sabría decir cuántas veces he querido llegar a mi casa sin que nada trágico hubiera sucedido a bordo: cada vez que he ido a volar.

Unos días antes había volado en el EC-HFP y llegué a casa sin ninguna incidencia, y cuántas veces lo habíamos llegado a hacer todos los tripulantes de la compañía, cuántas veces habíamos compartido jornadas de trabajo, risas e incluso confidencias con Antonio, Lourdes, Sonsoles, Raquel, Gabi y el resto de tripulantes… Créanme todos tenían familia, amigos y muchas ganas de vivir.

Me gustaría que todo el mundo supiera que nunca ninguno de nosotros consentiría que un avión despegase si tuviéramos el más mínimo indicio de que no estuviera en perfectas condiciones, y puedo asegurar que mis compañeros eran unos experimentados profesionales. Les conocía bien.

Este es mi pequeño homenaje a unos grandes compañeros y mejores personas, a todos los pasajeros que escogieron el JK5022 y desgraciadamente perecieron con ellos, a sus familias y por supuesto a aquellos con los que se obró el milagro de la supervivencia.

Suena el despertador, son las cinco de la mañana me levanto y me ducho, y como en los últimos ocho años continuaré confiando en mis compañeros y en los aviones a los que he subido hasta hoy.

domingo, 19 de octubre de 2008

Augusto Monterroso - La Fe y las Montañas

Al Principio la Fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios.
Pero cuando la Fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía.
La buena gente prefirió entonces abandonar la Fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio.
Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de Fe.

sábado, 18 de octubre de 2008

Pasión Vega & Joaquín Sabina - La Canción de las Noches Perdidas


Esta es la canción de las noches perdidas,
que se canta al filo de la madrugada
con el aguardiente de la despedida,
por eso suena tan desesperada.
Ven a la canción de las noches perdidas,
si sabes que todo sabe a casi nada
a carrera en los leotardos de la vida,
a bola de alcanfor dormida en la almohada.

Y tiene nombre de mujer,
como la soledad, como el consuelo,
los fugitivos del deber
no encuentran taxi libre para el cielo.

Esta es la canción de las noches perdidas,
lleva un crisantemo ajado en la solapa,
se sube a la cabeza como ciertas bebidas,
se pega la desilusión como una lapa.
Canta la canción de las noches perdidas,
quema como el gas azul de los mecheros,
sirve para echar vinagre en las heridas,
miente como mienten todos los boleros.

Y tiene nombre de mujer,
como mi corazón, como tu olvido,
los fugitivos del deber
no tienen más amor que el que han perdido.

Esta es la canción de las noches perdidas,
si quieres te la cambio por un rato en tu cama,
hierve como el ruedo en tardes de corrida,
va como los besos en los telegramas.

Y tiene nombre de mujer,
como la libertad, como la nieve,
los fugitivos del deber
cogen su maldición y se la beben.

jueves, 16 de octubre de 2008

La hisstoria de Natagio Degli Oreste- Sandro Botticelli

1483, Temple sobre tabla (Renacentismo)

Botticelli representó la historia de Nastagio fielmente tomada de la octava novella de la quinta jornada del Decamerón: «El infierno de los amantes crueles». Se trata de la historia de un joven, Nastagio degli Onesti, rechazado por su amada. Ve en el bosque a una mujer perseguida por un jinete, quien la ataca y mata; inmediatamente, ella se levanta y vuelve a repetirse el castigo sin fin. Se trata de fantasmas, de una maldición. Según la leyenda la joven perseguida no atendió a los requerimientos de su pretendiente, de ahí el castigo y la maldición. Nastagio cree que tal aparición puede serle útil y consigue que su desdeñosa amada la vea.Finalmente logra vencer su resistencia y llegar a un matrimonio feliz.

Este es el segundo episodio, de un ciclo de cuatro, que junto con el primero y el tercero, se encuentra en el Museo del Prado, Madrid. El último de los cuadros forma parte de la colección privada del Palacio Pucci, Florencia, aunque casi ningún experto considera que Boticelli participara en él.

Según algunos críticos, el refinado uso de los colores en este cuadro evidencia que lo pintó Boticelli, pero otros creen que las figuras de Nastagio y la mujer son de otro autor, sin embargo el caballo blanco es considerado acaso lo mejor del cuadro y se atribuye al maestro con bastante certeza.

Sea como fuere lo cierto es que desde que visité por primera vez El Prado y siempre que he vuelto, unas cinco o seis veces, acabo parada delante de él sin saber muy bien por qué, porque el tema en sí me resulta bastante desagradable, sin embargo los colores.... ay los colores!!! Y ese caballo, maravilloso caballo de cuya pose no se puede decir que no sea elegante, y la blancura radiante, de pureza, de quien no está envuelto en tan truculenta historia, aunque de algún modo sea partícipe de ella. Está a un lado y más aún que se retiraría de tal tragedia. Y al otro lado del bosque en una posición casi identica está el joven enamorado, igual de despavorido. Y si miramos las copas se rompen en el centro al tiempo que se complementan en la distancia, dando paso a un cielo y un mar lejanos y poco atractivos. Definitivamente ya sé que me atrae tanto del cuadro y no es sólo su colorido si no su simetría. Hasta te dan ganas de contar árboles, y animales de uno y otro lado, y ver si alguna mágica combinación numérica tras él se escondería.

P.S.: Se vino a mi casa, en la última visita, en forma de imán, junto con los fusilamientos de Goya "recién" estrenados.




martes, 14 de octubre de 2008

Fernando Pessoa - En la Gran Oscilación

En la gran oscilación
Entre creer y no creer,
El corazón se trastorna
Lleno de nada saber

Y, ajeno a lo que sabía
Por no saber lo que es,
Sólo un instante le cabe
Que es el conocer la fe-

Fe que los astros conocen
Porque es la araña que está
En la tela que ellos tejen,
Y es vida que había ya.

domingo, 12 de octubre de 2008

Jorge Berenguer Vs. Amigos FQL y QCH (x Carmenneke)



Jorge Berenguer Barrera (1967), posee un estilo original e innovador, a medio camino entre el realismo mágico y las novelas de aventuras en su concepto más clásico. Durante muchos años ha participado como articulista en varios foros y revistas virtuales. Los formidables Kalandrian es su segunda novela.




¿Cuándo empezaste a escribir? (A qué edad, me refiero)
Ya en las redacciones que hacíamos en el cole empecé a resplandecer de la misma forma un diamante sin pulir en el fondo de un riachuelo. Ciertamente eran composiciones algo rudimentarias, alejadas del asombroso virtuosismo que me caracteriza actualmente, pero sin duda ya era evidente que iba a ser un escritor extraordinario.

¿En qué momento comprendiste que te gustaba escribir y que además podrías hacerlo bien? El ser escritor ya no es un sueño, es una realidad. ¿Cómo te planteas ahora el hecho de escribir? ¿Te sientes más presionado?
Lo comprendí temprano, al percibir los rostros maravillados de mis profesores. Lo de escribir me lo planteo como una obligación, pues no sería justo privar al mundo de mi deslumbrante talento. Ciertamente me siento algo más presionado, sí. Defraudar a las masas ansiosas me resultaría fastidioso, aunque es improbable que ocurra.

¿Tienes alguna especie de ritual o rutina para escribir? ¿Eres de los que se sientan ante el papel a esperar o se llevan el papel para tenerlo a mano cuando llegan las ideas?
No tengo ningún ritual, la verdad, pero no me pongo a escribir sin ideas. Cuando se me ocurre una idea la apunto y la guardo como algo muy valioso. Son como los ingredientes de un plato para un cocinero.
Mientras escribía Los Kalandrian me sentí muy presionado. Algunos ya sabéis que lo redacté literalmente contra reloj. De alguna manera logré que mi subconsciente (que es la verdadera fuente de ideas realmente interesantes) se implicara en la creación de la novela. A menudo me venían ocurrencias a la cabeza y tenía que apuntarlas en papelitos para no olvidarlas. Si logras implicar a tu subconsciente y ponerlo de tu parte es asombroso lo que se te llega a ocurrir, aunque no es fácil que ocurra. A veces incluso soñaba con los Kalandrian.

¿Cómo es el lugar donde escribes habitualmente?
Es una mesa abarrotada de libros y de objetos de todo tipo. La creación emana del caos, del desorden fundamental. Me gusta rodearme de un nivel de caos aceptable por mi mujer.

¿Lápiz, boli, estilográfica, ordenador, olivetti de toda la vida o grabadora?
El procesador de textos es el mejor invento de la historia, después de la cerveza fría y del Jack Daniel’s con cola.

¿Qué novela te hubiese gustado escribir?
Cien años de soledad

¿Escribes realmente lo que deseas o la novela toma vida propia?
Los personajes acaban adquiriendo su propio criterio. No sé cómo lo hacen, pero imponen sus opiniones y acaban condicionándolo todo.

Cuando escribes una historia, en qué piensas primero o con más intensidad ¿en lo que quieres transmitir con esa historia o en como lo quieres transmitir?
En el cómo. Prefiero escribir una historia sin demasiado contenido pero con buenas frases, metáforas y escenas a tener una historia interesantísima y mal contada (De ahí mi devoción por Cien años de soledad)
Es como los chistes; prefiero que el tipo tenga gracia aunque el chiste no sea nada del otro mundo. Como Chiquito, que es mi ídolo.

Creo que una vez dijiste que si tienes un buen personaje tienes una buena historia ¿crees realmente que es así? ¿no sería al revés, que con una buena historia se tienen buenos personajes?
El personaje es lo esencial. Si una persona es interesante te seduce enseguida. Si la amas o la admiras de verdad puedes quedarte mirándola embobado incluso mientras realiza acciones rutinarias.
Si el personaje no te interesa casi te da igual que le pasen cosas extraordinarias. A menos que le ocurra algo muy malo o cruel, pues en ese caso se te despierta el morbo e incluso puedes alegrarte de su desgracia. Y claro, no es bueno que el lector piense: “joder, menos mal que se le ha caído el puto piano encima al pavo este. No veas lo coñazo que era.”
No es bueno, claro está, si tu intención era que el lector se identificara con él y sintiera dolor o tristeza por su desdicha.


Por último no puedo dejar de preguntarte ¿como ha sido la experiencia de escribir un capitulo por día y siguiendo sugerencia de los lectores? Y no me vale una contestación tipo "estresante" o "estimulante", sino una explicación más completa porque ¿no es necesario una idea "global" de una obra antes de ponerse a escribirla?
Es un tema delicado, porque hay mucha gente (me refiero a personas de criterio contrastado) que opinan que escribir una novela sin tener en mente un croquis de la historia es una blasfemia literaria, además de una chapuza.
Yo no estoy totalmente de acuerdo, aunque resalto lo de totalmente porque creo que en el fondo ya tenemos la historia en alguna parte del cerebro o del corazón. Quiero decir que escribir no es como construir algo. Es más bien un trabajo de arqueología, de ir liberando la historia de capas de sedimento. Creo que las novelas ya están en nuestro interior, que se han ido escribiendo con nuestras experiencias. Creo que es más bien una cuestión de permitir que fluya, más que de “lograrlo”.
Por esa razón, a veces, tener un croquis de la novela puede resultar contraproducente si la historia y los personajes están realmente vivos. Puede llegar a estorbar, si es demasiado rígido, porque en algunos casos puede dificultar la creatividad.
No obstante, es cierto que una buena novela debe tener una estructura geométrica. Los personajes deben evolucionar a ritmo constante (independientemente de la velocidad. Puede ser un ritmo pausado o frenético, pero siempre constante)
Los cambios de ritmo y las ralentizaciones bruscas, en general, no aportan nada positivo. Aunque siempre hay excepciones a las reglas. Eso sí, saltarse las reglas y hacerlo de forma positiva es cosa de genios, de generadores de reglas. Las reglas son válidas hasta que llega alguien y demuestra lo contrario.
Es por eso que hay que vigilar mucho la estructura cuando escribes sin croquis. Sería algo así como pintar un cuadro sin esbozo previo. O tienes mucho ojo (o suerte) o queda descompensado.

Los Kalandrian

Los formidables Kalandrian me gustó y mucho, pero me dejó con un sentimiento de insatisfacción. Tenía la impresión de haberme leído una novela a medio hacer, o el primer borrador de una gran novela que no llegó a escribirse. ¿Es posible que el especial proceso creativo de la obra y el presentarla a un premio literario hayan acelerado en exceso el tiempo de gestación necesario de la novela?
Si la hubiera escrito con más tiempo hubiera sido muy distinta, y seguro que habría mejorado en muchos aspectos. Pero lo que es seguro es que también habría empeorado en otros.
Creo que lo más divertido es precisamente ese aire de festiva espontaneidad, un poco ingenua, que seguro que no se hallaría tan presente en caso de haber pensado más. Digamos que una cosa va por la otra.

Si no hubieran publicado los Kalandrian, ¿habrías seguido trabajando en la novela o la habrías dejado como estaba?
No estoy muy seguro. Puede que la hubiera toqueteado un poco, pero no demasiado. Ya te digo que enseguida me di cuenta de que al haber escrito así, tan rápido, sin detenerme a repasar o a meditar, le había dado un tono muy peculiar. Como un esbozo de carboncillo dibujado sin pensar demasiado, con la muñeca muy suelta.

El comienzo de la historia, el dedicar un capítulo a cada personaje me deja con la impresión de que cada uno de ellos podría tener una historia independiente, larga, completa por sí misma. ¿Lo has hecho así desde un principio o en algún momento decidiste acortar la historia? Es decir, ¿te has guardado cosas, matices, algo que hubiera podido modificar el resultado de los Kalandrian?
Creo que lo realmente esencial se puede expresar con muy pocas palabras. Hace poco leí un reportaje en el que un crítico hablaba de un libro de recopilación de grandes obras de la literatura a las que se había despojado de lo intrascendente. Incluso una editorial española sacó una edición del Quijote “podada” de algunos pasajes poco esenciales para el desarrollo de la historia. Puede sonar a blasfemia, lo sé, pero resulta interesante planteárselo.
Y eso que no me refiero a la tendencia que se está imponiendo en la literatura “de entretenimiento” actual (contra la que no tengo nada, más bien al contrario, que soy devorador de best seller), en la que lo único interesante de algunas novelas es el último párrafo, “para saber de una puta vez cómo acaba”.
Suelo desconfiar cuando lo primero bueno que dicen de una novela es “que engancha. Que no puedes dejarla, que te atrapa.” Suele ser sintomático de que el autor extorsiona al lector para tragarse la trama argumental aprovechando la tendencia del ser humano de conocer los desenlaces de las historias.
Es como si vas de vacaciones a un país y dices: “joder, es que quiero saber cómo van a acabar las vacaciones. Ojalá pasen rápido estos días.” Una buena novela te seduce sin prisas ni brusquedades, y te da pena cuando vas dejando las páginas atrás. A veces me da por mirar el montón de páginas que me quedan por leer, y si ya son menos de la mitad y me da pena es que la novela es buena y me ha seducido.
Es cierto que se podría escribir toda una novela sobre cualquier personaje secundario de una novela que te guste.

¿Es usted consciente de la facilidad telepática que tiene por inspiración divina para contactar tan rápidamente con algunos lectores suyos, en concreto con la que escribe, y que acaba de hacer una novela a su gusto y necesidad cual modisto o terapeuta en labor?
Sé que soy una modesta (aunque brillante) herramienta divina. Dibujar sonrisas en los rostros de la gente es algo muy especial. Es como cambiar un poco el mundo. Mejorarlo, quiero decir. Como si brillara un poco más durante una fracción de tiempo.

¿Tiene algún significado el nombre de la familia, Kalandrian?Hace poco me enteré de que realmente existe, de que hay gente que se llama así. Por lo que me dijo el señor en cuestión es un apellido de origen armenio.
La verdad es que yo no recordaba haberlo oído (recuérdese lo del subconsciente, igual lo leí hace años por ahí y se quedó almacenado)
Lo usé porque me gustaba cómo sonaba. Había otras posibilidades, como Krindelsson (suecos) o Kasparovian (rusos).

¿La escribiste pensando en hacer una historia de humor, una historia disparatada que busca la carcajada? Sin duda eres consciente de la ternura que envuelve a todos los personajes; los presentas inicialmente como supuestamente malos –Allegra y Fabio II en sus respectivos colegios, por ejemplo-, pero devienen sensibles y maravillosos. ¿Tienen vida propia? ¿Se escaparon a tu control, a tu intención mientras escribías?
Desde el principio pretendía escribir algo divertido, incluso intrascendente. Me apetecía mucho.
Sin duda, los personajes acaban adquiriendo su propio criterio y acaban haciendo lo que les da la gana.
Algunas de las más grandes personas que he conocido en mi vida eran individuos aparentemente taciturnos, incluso hoscos. La sinceridad suele ser dolorosa para los demás, y (como dijo mi querida Gin) la simpatía está sobrevalorada en nuestra sociedad.

¿Puede haber paralelismos entre "Abierto toda la noche", una novela cómica familiar, y "Los formidables Kalandrian", otra novela cómica con una familia como protagonista?
Pues no la he leído, pero no ahora no tardaré en hacerlo por curiosidad.

¿Qué hay de autobiográfico en la novela si es que realmente hay algo?
Siempre hay detalles autobiográficos, siempre. En el caso de los Kalandrian son detalles de los personajes, de su forma de ver las cosas.

¿En que momento tuviste el primer pensamiento de lo que después sería la novela? Puede ser algún personaje, situación de la novela, título...
El primer capítulo, el de George Kalandrian. El que acaba metido en una caja fuerte en el fondo del mar. Me hacía gracia el tema del escapismo. Hay algo muy morboso y místico en el tema de los escapistas. Los demás vinieron a partir de ese capítulo.

Creo que Los formidables Kalandrian es y no es tu primera novela; dadas las actuales circunstancias, ¿aceptarías publicar en seguida la primera? ¿De cuál te sientes más satisfecho, por el argumento, por los personajes, por el desarrollo?
Eso sería como preguntarle a una madre que a qué hijo quiere más. Puede que tenga un favorito, pero no te lo confesará nunca. En cuanto a publicar la 1ª en una editorial profesional es un tema complejo. Si los Kalandrian funcionaran los editores y agentes me harían más caso, pero la 1ª novela no tiene nada que ver con los Kalandrian, así que no sé si les resultaría atractiva la idea.

De todo un poco


¿Cuáles son los escritores que más te gustan, aquellos que más admiras y que sueles leer o releer con mayor frecuencia?Hay muchos, pero Cien años de soledad la leo cada dos o tres años.

Música favorita. ¿Qué escuchas una y otra vez?
Vivaldi

Si tuvieras que elegir: ¿literatura o cine? ¿No te gustaría más ser actor o director de cine?
La literatura. Es más autista. Estás tú solo con los personajes y el teclado. Creas mundos y personajes y estás a tu aire. El cine es un trabajo de equipo.

Título de uno solo, tu libro entre todos los libros.
Cien años de soledad, cómo no.

¿Cuál es el peor libro que te han regalado?
“Guía del buen cristiano”

¿Te gusta cocinar? ¿Tienes habilidad natural? Un menú para un día no muy especial, venga, en el que estés tranquilo y dispongas de todo el tiempo del mundo.
Me gusta, sí. Un menú ideal es una buena ensalada creativa. Con una ensalada puedes hacer cualquier cosa e incluso proyectar tu forma de ser. No hay reglas. Me encanta añadirle queso de cabra tibio, a las ensaladas.
Y en invierno se puede meter la ensalada en el horno unos minutos, para ponerla a 25 ó 30 grados. ¡No hay reglas, con las ensaladas!

**********************
P.S.: Extracto d'un emilio que recibí:

'' Hola Pi,

El autor ha respondido raudo y veloz a mi mp para decirme que pedir permiso para publicar la entrevista es puro trámite, que podemos hacer lo que nos dé la gana!! :-) Vamos que está encantado de que quieras publicar la entrevista en tu blog. Y yo también, pues me parece que
quedó bien bonita, con buenas preguntas de la gente y mejores respuestas del autor. Carmenneke."

Jorge Berenguer - Los Formidables kaladrian


Una mañana de primavera compareció en la tienda de Giacomo Torelli vestido con el traje de los domingos. Se había peinado cuidadosamente, con la raya en el medio, y lucía un clavel en el ojal del traje de raya diplomática que había pertenecido a su bisabuelo George, el espapista submarino. LLevaba también unos antiguos botines forrados de lentejuelas.

-¿A dónde vas así, Fabiolino? -se burló Giacomo, mientras le servía un expresso-. ¿Vas a declararte a una ragazza?
-Sí, Signore Giacomo -respondió el joven novio de la muerte-. Voy a pedirle permiso a Piccolo Testafreda para llevar a su hija al cinematógrafo -respondió, tranquilamente, mientras examinaba la crema de café con interés de experto.

El viejo Giacomo, que llevaba cuarenta y cinco años observando a la gente, acodado en aquel mostrador de roble, se dio cuenta enseguida de que Fabio hablaba en serio.

-No vas armado -observó el anciano.
-No se preocupe, sé lo que hago.

Giacomo suspiró. Hacía muchos años que los seres humanos habían dejado de sorprenderlo. Aquel chico había enloquecido por culpa de ese horrible trabajo, indudablemente.

-Está bien, muchacho. Te invito al café. Y llévate mi aguja de ojal o perderás esa flor -le dijo, mientras le aseguraba el clavel de la solapa con el alfiler. Hablaba con el tono del que está muy resignado a convivir con las tragedias de la vida.
-Gracias. Dele recuerdos a su amable y encantadora esposo, Signore Giacomo.

Fabio salió de la tienda tranquilamente, y el eco familiar de la campanilla que colgaba en el marco de la puerta se enredó unos instantes en los destellos de las lentejuelas.
El viejo Giacomo había visto con sus propios ojos a Piccolo Testafreda volcar un furgón de fruta de un empujón, unos años atrás, cuando todavía estaba haciéndose un nombre en el barrio. Era uno de los tres o cuatro hombres más grandes que había conocido en toda su vida, Pesaba casi doscientos kilos y era el dueño del distrito, y en una ocasión le había fracturado los brazos y las piernas, en medio de la calle, a un muchacho forastero que le regaló una flor a su hija.
El viejo observó a Fabio cruzando la calle sin prisas, mientrs se aseguraba la flor en el ojal.
Lo de aquel muchacho era una pena, decididamente.

Fabio entró en el Gino's bar de los Testafreda, y antes de que se extinguiera el sonido de la campanilla (un fa bemol, en esta ocasión) se dirigió a Piccolo con estas palabras: ''Me han dicho que es usted el padre de la ragazza de senos apetitosos y nalgas fibrosas que vive aquí. Me presento ante usted, con el debido respeto, para pedirle su mano. La he estado espiando y la he visto desnudarse, y creo que me he enamorado de ella. Cuando la contemplé por primera vez, bañada por la luz de la luna, mis pezones se pusieron tan duros que podría haberlos usado como gomas de borrar. No me importa que sean ustedes italianos, Signore Testafreda''.

Piccolo Testafreda estaba acodado detrás de la barra, leyendo un periódico. Gianni Longo estaba sentado en una de las mesas, limándose cuidadosamente las uñas. Era el guardaespaldas de Piccolo. Medía un metro y medio escaso, pero podía reventar una fila de seis botellas en apenas tres segundos, con su Colt 45, a una distancia de más de veinte metros.
El arma apareció en su mano derecha como por arte de magia, y el enano apuntó a la cabeza de Fabio mientras se levantaba despacio y se colocaba detrás de él, apoyando el frío cañón en la nuca del muchacho.

-¿Es cierto eso? -preguntó Piccolo, con un murmullo profundo.

Fabio despegó la mano de su costado y la alzó muy despacio, mostrando una pieza de ropa interior femenina.

-Las llevo siempre cerca de mi corazón.

La obsesión fundamental de Piccolo era la posibilidad de que otro hombre tocara a su diminuta y bellísima hijastra. Sus celos enfermizos eran famosos en toda la ciudad.
Al ver las carísimas bragas de la muchacha en la mano de aquel apuesto joven (Fabio había invertido mucho dinero en convencer a un chico del barrio para que las robara del tejado, jugándose la vida), el gigante emitió un suspiro de morsa y se pasó la mano por la cara, dejándola unos momentos apoyada sobre los ojos.

Fabio pudo oír una gotera en alguna parte de la trastienda. (págs. 18-21)

miércoles, 8 de octubre de 2008

Donna Leon - Vestido para la Muerte

En el autobús había caras conocidas; a veces, algunos pasajeros compartían el taxi desde la terminal de Mira o, si hacía buen tiempo, iban andando en grupo hasta el sanatorio, sin hablar casi nunca de algo que no fuera el tiempo. En la estación de autobuses se apearon seis personas, dos de las cuales eran mujeres a las que él conocía de otros viajes, y los tres acordaron rápidamente compartir el taxi. Como el vehículo no tenía aire acondicionado, el tiempo les dio motivo de conversación para rato, y todos se alegraron de la distracción.

Al llegar a la casa di reposo, cada uno sacó cinco mil libras. El coche no tenía taxímetro; pero todo el que hacía aquel trayecto conocía la tarifa.

Brunetti y las dos mujeres entraron juntos, todavía manifestando la esperanza de que pronto cambiara el viento o que viniera lluvia, comentando que hacía muchos años que no era tan riguroso el verano y preguntando qué pasaría con las cosechas si no llovía pronto.

Él conocía el camino, tenía que subir al tercer piso. Las dos mujeres se quedaron en el segundo, donde estaban los hombres, aunque se fueron en direcciones distintas. En lo alto de la escalera, vio a suor' Immacolata, su monja favorita.

- Buon giorno, dottore -dijo ella con una sonrisa acercándose por el pasillo.
- Buon giorno, hermana- respondió. La veo muy fresca, como si no sintiera el calor.

Ella sonrió, como siempre que él bromeaba sobre la temperatura.
- Ah, ustedes, los del norte, no saben lo que es el calor. Esto no es nada, apenas un soplo de primavera.

Suor' Immacolata era de un pueblo de las montañas de Sicilia y su comunidad la había destinado aquí hacía dos años. En medio de la angustia, la demencia y el sufrimiento que eran su pan de cada día, lo que peor soportaba ella era el frío, pero sus quejas eran siempre irónicas y displicentes, dando a entender que era absurdo hablar de aquellas pequeña mortificación, frente a tanto dolor verdadero. Al verla sonreír, él volvió a reparar en lo bonita que era, con sus ojos castaños almendrados, sus labios suaves y su nariz fina y elegante. Ésta era una de las cosas que Brunetti no comprendía. Él se consideraba un hombre realista y sensual, y en la vocación religiosa sólo podía ver el renunciamiento, no el amor que la inspiraba.

-¿Cómo está?
- Ha pasado buena semana, dottore.

Brunetti sabía que la semana sólo podía haber sido buena por omisión: su madre no había atacado a nadie, no había roto nada ni se había hecho daño a sí misma.

- ¿Come?
- Sí, dottore. El miércoles hasta almorzó con las otras señoras.

Él esperaba que ahora le contara el desastre que ello había provocado, pero suor' Immacolata no dijo nada más.

- ¿Puedo entrar a verla? -preguntó.
- Desde luego. ¿Quiere que entre con usted?

Qué delicia, el tacto de la mujer, qué dulce su caridad.

- Gracias, hermana. Quizá ella se sienta más cómoda si la ve a usted conmigo, por lo menos, al entrar.
- Sí, eso podría mitigar la sorpresa. Una vez se acostumbra a cada persona, todo va bien. Y una vez intuye quién es usted, dottore, está contenta.

Era mentira, Brunetti lo sabía y suor' Immacolata también. Su religión le decía que mentir es pecado y, no obstante, cada semana, ella decía esta mentira a Brunetti o a su hermano. Después, de rodillas, pedía perdón por un pecado que no podía evitar y que sabía que volvería a cometer. En invierno, al acostarse, después de las oraciones, abría la ventana de su celda y quitaba de la cama la única manta con la que se le permitía abrigarse. Pero semana tras semana reincidía en la mentira.

[...] Le parecía que, cada vez que venía a esta casa, hacía lo que suele hacer el que sabe que va a experimentar una brusca impresión física, un pinchazo o una ducha de agua fría: tensar los músculos y concentrarse por completo en resistir el dolor, excluyendo cualquier otra sensación. Sólo que, en lugar de tensar loa músculos del cuerpo, a él le parecía estar tensando los del alma.

Se pararon delante de la puerta de la habitación de su madre, y entonces llegaron los recuerdos, golpeando como furias: comidas alegres, risas, canciones, con la clara voz de soprano de la madre dominando a las demás; su madre, prorrumpiendo en un llanto histérico cuando él le dijo que se casaba con Paola, y luego, la misma noche, entrando en su cuarto a darle la pulsera de oro, el único regalo que le quedaba de su marido, y diciendo que se la diera a Paola, que siempre había sido para la esposa del primogénito.

Con un esfuerzo, Brunetti ahunyentó los recuerdos y sólo vio la puerta blanca y el hábito blanco de suor' Immacolata que habría la puerta y entraba delante de él dejándola abierta.

- Signora -dijo la monja-, signora, su hijo ha venido a verla. -Cruzó la habitación y se inclinó hacia la anciana encorvada que estaba al lado de la ventana-. Qué alegría, ¿verdad? Ha venido su hijo.

Brunetti se había quedado en la puerta. Suor' Immacolatta le hizo una seña con la cabeza y entró, abstiniéndose de cerrar, como era lo obligado.

- Buenos días, dottore -dijo la monja recalcando las sílabas-. Me alegrao de que haya podido venir a ver a su madre. ¿Verdad que tiene buen aspecto?

Él dio unos pasos y se detuvo, manteniendo las manos apartadas del cuerpo.

- Buen di', mamma -dijo-. Soy Guido. Vengo a verte. ¿Cómo estás, mamma? -Le sonreía.

La anciana, sin apartar la mirada de Brunetti, asió el brazo de la monja obligándola a agacharse y cuchicheó al oído.
(págs. 137-140)

jueves, 2 de octubre de 2008

Kdada Q´ Leer & Q´Charlar - Octubre '08 (Mallorca)

1ª LA LLEGADA
2ª EL ENTORNO
3ª EL LUGAR
4ª LAS CONSUMICIONES


5ª LAS PROTAGONISTAS.... Más conocidas como las Sirenas del Mediterráneo ;)

miércoles, 1 de octubre de 2008

Veranillo de San Miguel (I)

La mañana de este lunes de veranillo de San Miguel ha resultado un tanto peculiar.

Mientras hablaba por móvil alardeando de mi buena forma física por poderme agachar para arrancar unas pocas malas hierbas, he descubierto una planta que como ave fénix ha renacido en estos últimos meses de sus cenizas. Y no es que sea planta de temporada, no, es que cuando se tronchó, por accidente, el minúsculo tronco, en vez de arrancarla, me limité a tirar el resto vegetal que yacía inerte sobre la tierra.

Hoy al despejar unos pocos centímetros cuadrados de hojas de otoño ví, entre ocres y marrones, un atractivo verde que me llamó poderosamente la atención. La fina línea roja que perfila sus largas y afiladas hojas me hizo reconocerla en el acto y recordar al mismo tiempo su trágico origen. No pude si no alegrarme de mi inmensa fortuna por encontrar tantas ganas de vida en esta época del año en la que lo propio es morir o aletargarse.

Ante su pequeñez y fragilidad, y en previsión a otro posible accidente, la rodee de piedras para que quedara visiblemente señalada, en ese mar de hojas que volverá a haber mañana, y potencialmente protegida de otra posible pisada.

lunes, 29 de septiembre de 2008

29 de septiembre

Y a la hora del postre...



...No fue la tarta de siempre ...No se partió como siempre


...Pero nos la comimos igual.

jueves, 25 de septiembre de 2008

25 de Sep '08 - Carliño's day

Cada vez que celebramos algún cumpleaños, me llego a la City, a la Pasteleria Rivoli, y allí compro siempre la misma tarta. Tarta de "gatò", trufa, nata y crema. En ese mismo momento, pido al pastelero que me ponga unas palabras de felicitación con el nombre correspondiente (resulta gracioso cuando me felicito a mí mísma, je!) y compro las velitas que necesite.

El pastelero, generalmente, termina por adornar la tarta con una filigrana de caramelo en forma floral.

A la hora de repatir las porciones, el homenajeado se lleva la mejor parte (cómo no) y se incluye en su plato la susodicha flor. Flor de la que intentamos conseguir, previo peloteo, alguna hoja de caramelo, como quien no tiene suficiente y ansía lo que no tiene, cuando en realidad siempre sobra un buen trozo de tarta sobre la mesa. Es la tradición de mi casa.

El plato que ves arriba le tocó hace apenas diez días a mi hijo, hoy te toca a ti.
Con todo mi cariño, muchísimas felicidades, sin olvidar los buenos tirones de orejas. : )

domingo, 21 de septiembre de 2008

Stomp - September '08

(Mediodía de domingo, entre la cocina y el porche, el portátil va y viene)

- Oye! Mira este video, a ver qué te parece.




(Después de ver lo de las pelotitas de basquet contesto)

- Pues que estos norteamericanos se aburren mucho. (Luego he sabido que son ingleses)

- Te iba a proponer que los vieramos esta tarde en el Auditorium y llevaramos a F.

- ¿Sí?... ¡Sí!

- ¿Crees que le gustará?

- Creo que sí, pero irá a regañadientes.

- Ya...

(Unas horas después, ya sentados en las butacas, platea, fila R, asientos centrales, F. aún no sabe que tipo de espectáculo va a ver, sólo le hemos dicho que no se trata de una representación de ballet).

- Bueno F., en una escala del uno al diez, ¿Cuánto crees que te gustará?

- Con los dedos y enfurruñado levanta tres.

- ¿Tan poca confianza tienes en tus padres? ¿Ni siquiera nos das un cuatro de confianza?

- Nop! Tres.

(Se apagan las luces y sale "un barrendero", luego "dos", luego "tres", hasta "siete" a la vez. Miro a F. de reojo. Está sumergido en el espectáculo. Esto si que no se lo esperaba. Música y danza, ritmo y armonía, y unas ganas de llevar el compás con el cuerpo espectacular. Resultan sorprendentes, contagiosos y admirables. Cada "puesta en escena" dura apenas unos minutos, son breves pero muy intensas. Se aplaude, se ríe, se jalea, se vitorea, incluso se participa!. Hasta yo vitoreo!!! Noventa minutos de espectáculo, sin parar, con buenas vibraciones, y algo en la memoria para recordar. Escobas, cubos, arena, bolsas, periodicos, cajas de cerillas, bidones; todo sirve, todo vale. Acaba la "representación" y con todo el público puesto en pie, nos regalan un pequeño Bis. Han estado sensacional.)

(Ya en el Paseo Marítimo, camino del coche)

- ¿Sigues con el tres? (Mala que es una.)

(Sonríe picarón y contesta)

- No, no. Ha estado bien...

(Lo que les cuesta a los adolescentes darnos la razón. En el fondo le entusiasmó)

Sa Calobra Estiu '08

Dreams come true

viernes, 19 de septiembre de 2008

El Beso de la Sirena - Andrea Camilleri

Por la tarde, mientras comía bajo el olivo, Gnazio Manisco pensó que tenía cuarenta y siete años y que al fin ya podía casarse.
Decidió hablar de ello con la señora Pina, en cuanto la viera pasar por el camino.
La señora Pina, setentona, amarilla como la muerte, enjuta, llevaba siempre el mismo vestido que antaño había sido negro y ahora tiraba a verdoso, un chal grande que le llegaba de los pies a la cabeza, cubriéndole el pelo blnaco, y un pañuelito de color cagada de perro enfermo. A la espalda, llevaba siempre un saco lleno de hierbas. Salía a pie de Gallotta, que estaba en la cima de una montaña, por la mañana, cuando el sol aún no había despuntado, y se encaminaba hacia Vigàta, donde iba a atender a parroquianos viejos y nuevos porque la señora Pina conocía las hierbas necesarias para cualquier trastorno que hombre o mujer pudiera padecer.
¿Dolor de cabeza? ¿Mal de ojo? ¿Dolor de barriga? ¿Dolor de pecho? ¿Problemas de vista? ¿Falta de apetito? ¿Falta de fuerza en el rabo del hombre? ¿Abundancia de sangre femenina en la fase de luna? ¿Hijos que no venían? ¿Constipados que no pasaban? ¿Estreñimiento? ¿Catarro? ¿Amores contrariados? ¿Traición por parte del hombre o la mujer? ¿Disputas familiares? ¿Jovencitas preñadas que no querían el hijo? ¿Dolor de muelas? ¿Mareos?
Esto y otras cosas curaban las hierbas de la señora Pina, Pero la vieja, si era necesario, practicaba otro oficio. De tanto caminar por pueblos y pueblos, campos y campos, conocía la vida, la muerte y los milagros de todos y, por tanto, en el tiempo libre y por demanda, hacía también de alcahueta, combinaba matrimonios.
Una tarde en que la señora Pina se había detenido ante la casita para pedir un poco de agua, antes de comenzar la subida hacia Gallotta, Gnazio le dirigió la palabra.
- ¿Qué se cuenta, señora Pina?
La vieja lo miró, extrañada, ya que nunca antes Gnazio le había hablado; le daba el agua y basta.
- ¿Qué voy a contar? Nada
Pero dado que había entendido que el hombre le quería preguntar algo, se quedó quieta a medio vaso. Gnazio decidió hacerse de rogar.
- Señora Pina, ¿cuánto hace que pasa por este camino?
- Desde hace más de sesenta años. Pasé por primera vez con mi madre, cuando no tenía ni diez años.
- ¿Por tanto conoció a Cicco Alletto?
- Claro que lo conocí, desdichado.
- ¿Sabía que acabó loco?
- No. Dijeron que oyó un lamento.
- Pero un lamento no basta para que alguien pierda el juicio.
- Sí. Pero hay que ver el lugar donde uno oye el lamento. Oírlo aquí es distinto de oírlo en la comarca de Noce o en la comarca de Cannatello.
- ¿Por qué?
- Porque la comarca de Ninfa es distinta, no es ni tierra ni mar.
Gnazio se puso a reír.
- ¿Cómo que no es ni tierra ni mar? ¿No ve estos árboles?
- Claro. Pero ¿qué quiere decir?
- Quiero decir que nunca nadie ha visto crecer árboles en medio del mar.
- Gnazio, ¿sabía que debajo de su tierra está el mar? Los pescadores y los marineros dicen que la comarca de Ninfa flota sobre el mar y que debajo del suelo hay agua.
Gnazio palideció.
- ¿De verdad?
- Eso dicen. Por eso este lugar, no pertenece ni a la tierra ni al mar, es el lugar donde pueden ocurrir tanto cosas que ocurren en la tierra como las que ocurren en el mar. Quizá el pobre Cicco Alletto, despertado por el lamento, cuando abrió los ojos se encontró a su alrededor una decena de delfines dentro del pajar.
- ¿Bromea? -preguntó Gnazio, sudando ante el pensamiento de que su tierra flotaba.
- Sí y no -dijo la señora Pina, mientras le tendía el vaso.
Dos tardes después, cuando la señora Pina se había detenido para tomar el vaso de agua habitual, Gnazio se decidió a decirle que quería una mujer.
- ¿Cuántos años tiene? -preguntó la vieja.
- Cuarenta y siete.
- ¿Y cómo le funciona?
Gnazio no entendió.
- ¿Qué me tiene que funcionar?
- La verga.
Gnazio lo entendió y se ruborizó.
- ¡Bah! -exclamó.
- ¿Cuánto hace que no la usa?
Gnazio hizo el cálculo.
- Digamos, seis años.
- ¿Se casa para tener hijos?
- ¡Claro!
- Entonces, veamos la mercancía.
Gnazio lo entendió y se bajó los pantalones.
- A simple vista, parece que todo está en su sitio -dijo la mujer y adelantó el brazo.
A pesar de que la piel de la mano de la vieja parecía hecha de corteza de árbol, Gnazio, al sentir el toque ajeno, se estremeció.
Bien, bien -dijo la vieja, riendo-. Le encontraré una mujer. Joven y guapa.
- ¿Joven?
- Por fuerza, si quiere tener hijos.
- ¿Pero una joven guapa me querrá? Soy viejo y cojo.
- No se nota que cojea, es poca cosa. Pero tiene dieciocho hectáreas de tierra y una verga que ni un joven de veinte años. Le encontraré enseguida un buena mujer, no lo dude.
Entonces Gnazio empezó a prepararse para el casamiento.
(págs. 28-32)

martes, 16 de septiembre de 2008

Lajos Zilahy - La Ciudad Vagabunda

La vida interior de los vagones lo reunía todo: dormitorio, comedor, cocina, aves de corral, montones de leña, retretes, cama de los enfermos y sobretodo cuando se trataba de familias numerosas, toda esta vida recluída se desarrollaba en aquel diminuto espacio vital, en continuo movimiento desde la mañana hasta la noche. En aquellos lugares, no podía anidar el amor, que gusta siempre de la soledad. No favorece el amor el tintineo de la vajilla, el llanto de los niños, la nerviosa disputa de terceras personas. El amor fue expulsado al aire libre de aquellas zahurdas humanas, representando al "aire libre" los campos de carriles amplios que se extendían más allá de la estación; los alaridos de los trenes y la atmósfera cargada con el estrépito de las maniobras de los vagones de carga, el vaho que expelían los silbidos de las locomotoras y el fino polvillo de carbón que caía del cielo. Sin embargo, todo ello no podía impedir la feliz soledad compartida de los enamorados, que se paseaban interminablemente a lo largo de la vía, donde, por lo menos, las palabras podían abrazarse y enlazarse íntimamente.
Un hombre y una mujer, al salir de paseo, parecía que llevasen en la espalda un rótulo con esta inscripción: "Nosotros somos una pareja de enamorados. ¡Hagan el favor de no estorbarnos!".
Y las parejas que se paseaban por allí, respetaban tácita y mutuamente la advertencia de aquellos rótulos invisibles. Saludaban a los conocidos sólo con unos mudos signos de cabeza al pasar a su lado, como si se estuvieran paseando por unos jardines encantados. Aquellas sombras dobles se multiplicaban sobre todo hacia la caída de la noche, apareciendo y sumergiéndose en el aura luminosa de los faroles lejanos, aunque lloviese o soplase el viento, pues el tiempo no les estorbaba para nada. Parecía que el corazón humano fuese una planta extraña, capaz de arraigar hasta entre las piedras, agarrando y enlazándose fuertemente a otro corazón. (págs. 151-152)

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Grifo de Verano en Compañía

Tan Verde y tan Pequeño

Saint-Jacques... La Mecque (Peregrinos)

La película arranca con la necesidad que tienen tres hermanos de hacer juntos "El Camino de Santiago" si quieren tomar posesión de la sustanciosa herencia que su madre les legaría, tal y como lo especifica el testamento, en caso de completarlo juntos. Un guía (el del pañuelillo al cuello en la foto) daría fe de ello ante el notario.

Este es el "leitmotiv" de esta cinta francesa dirigida por Coline Serreau que se ha estrenado en España este pasado mes de agosto aunque sea del año 2005. Una historia que se completa, a su vez, por las propias de los nueve protagonistas (los peregrinos y el guía) más aquellas que van surgiendo de las múltiples interrelaciones.

Con una fotografía maravillosa, una actuación convincente y ciertas pinceladas oníricas, la historia resulta muy novedosa y fresca. El título francés también tiene su miga, miga que pierde al traducirlo al castellano. Aunque tiene peros: los paisajes desolados y áridos que muestra de la parte española de "El Camino de Santiago", no creo que se correspondan con los reales (en todo caso de unapequeñísima parte): pueblos de mala-muerte y cantinas sacadas de un western... No sé, tampoco he hecho El Camino, se podría justificar con el tópico-típico chauvinismo de nuestros vecinos, pero en todo caso, disfrutar de la cinta bien lo merece.

En resumen y en conclusión, me dejó un plácido buen sabor de boca.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Esther Tusquets - Habíamos Ganado la Guerra

Lo cierto es que fui una niña angustiada por multitud de miedos, y que no sabía que algún día se me iban a pasar. Miedo a la muerte, desde muy pequeña. Estaba en la cama y pensaba ''algún día vas a morir'', y no servía de nada decirme que faltaba seguramente mucho tiempo, un montón de años, porque lo horrible era que aquello tuviera que llegar, y, si tenía que llegar, lo mismo daba que tardara siglos en hacerlo, porque aquel momento tan lejano sería en algún momento el presente. Y que existiera un dios y otra vida -entonces todavía creía en ambas cosas- no me ayudaba demasiado.

Tenía pavor a los médicos. Nunca me habían hecho el menor daño, mi propio padre era médico, pero me aterrorizaban[...] Y me pasaba el año obsesionada con la vacuna contra el tifus que me ponían cada primavera. Tenía miedo al cáncer, del que todo el mundo a mi alrededor contaba atrocidades. Era un tema recurrente y morboso de conversación, sobre todo en la zona de servicio, donde se describía, con lujo de detalles, espantosos dolores para los que no existían analgésicos ni paliativos. Yo le pedía a dios lo mismo que le había pedido Oscar Wilde -aunque todavía no supiera quién era Oscar Wilde-, que todo el dolor físico que me tocara en la vida me lo sustituyera por dolor moral.

Tenía miedo a un montón de cosas que aparecían en las películas y en las truculentas historias que oía en el cuarto de costura: los fantasmas, los muertos vivientes, los vampiros, los hombres lobo. Sabía que no existían, pero les tenía miedo. Tenía miedo a la oscuridad. Tenía miedo a los juegos violentos. Tenía miedo a los otros niños.

Y tenía miedo al infierno, un miedo mezclado con incredulidad. Que los pueblos paganos, la gente de otras religiones, que a lo mejor ni siquiera habían tenido opotunidad de oír hablar del verdadero dios, que creían en cosas distintas y obraban quizá de buena fe, pero que no habían sido bautizados y habrían cometido, seguro, un pecado mortal en su vida, tuvieran que pasarse una eternidad en el infierno, no me cabía en la cabeza. Ahora me parece increíble que millones de personas, no totalmente oligofrénicas ni perversas, puedan creer tamaño desatino.

Recuerdo que, en el cuarto de costura, alguien leyó en un libro de piedad una historia supuestamente real. Era así. Muere una niña de cinco años y aquella misma noche, cuando su madre, deshecha en llanto y de rodillas, está rezando por su pequeña, ésta se le aparece y le dice: ''No merece la pena que reces por mí mamá, porque unos minutos antes de morir tuve un pensamiento impuro, del que no me dió tiempo a hacer acto de contricción, y estoy en el infierno.'' Había, creo recordar, una ilustración: la madre con los ojos desorbitados y la boca abierta en un alarido de horror y la niña envuelta en llamas. Casos como éste hacen que, pese a mi liberalismo, crea que sí debe existir una censura para los libros infantiles. Cuando recurrí aterrada a mi madre, dijo que aquello eran paparruchas, puros disparates, y riñó a la persona que me había leído la historia, pero a mí me estaban preparando para la primera comunión y en las clases oía cosas igualmente extrañas e inquietantes. ¿Cómo era posible que los niños que morían al nacer, antes de ser bautizados, quedaran relegados en el limbo por toda la eternidad? ¿Era posible que te fueras al infierno por haber faltado un domingo a misa? Los curas aseguraban que sí, la mirada dirigida hacia lo alto, las manos unidas y alargando mucho la segunda ''e'' de eternidad. Todos afirmaban que sí. Salvo mis padres. Pero ellos eludían el meollo de la cuestión. Se limitaban a intentar tranquilizar mis miedos, pretendían que no me preocupara [...]

De modo que crecí con el temor de que, si fantaseaba, por ejemplo, que un niño me daba un beso en la boca, o bebía un sorbo de agua antes de comulgar, o veía una película prohibida (no ya como la abominable 'Gilda', sino como 'El tercer hombre', que tenía, no sé por qué razón, al clero soliviantado, hasta el punto de que cada vez que te confesabas te preguntaban si la habías visto), me iría de cabeza a los infiernos por toda una tenebrosa eternidad, y de que mis padres, de ser verdad mis sospechas -cada vez más fundadas, porque los domingos no les veía salir de su habitación hasta la hora del almuerzo- de que se saltaban la misa, vivían en permanente pecado mortal.
(págs. 43-46)

lunes, 1 de septiembre de 2008

Pío Baroja - Laura o La Soledad Sin Remedio

-Discurrimos con fórmulas humanas y limitadas -decía el doctor-, y nos encontramos que cuando creemos que estamos sosteniendo una afirmación, estamos al borde de la negación. El otro día discutía con un colega acerca de las reformas que se podían hacer en beneficio del pueblo, y el compañero me decía: '' Hay que desear que haya pesimistas, porque éstos ven el mal y quieren corregirlo.'' Yo le contesté un poco en broma: ''No; hay que desear que haya optimistas, porque ésos creen que el hombre puede mejorar y ven la obra posible.'' Luego, pensé que nuestra discusión era una chiquillada.

- No veo por qué -dijo Irene.

- Porque parece que estamos de acuerdo cuando decimos: un árbol, una planta, una flor, el mundo, pero no lo estamos; hay hombres para quien uno de estos conceptos es algo mágico y vago, para otro es una palabra, es decir, un sonido, para otro una imagen, para un último es una defición escolar. No hay unanimidad en nuestras ideas, así que cuando queremos hacer con ellas operaciones lógicas y matemáticas, saltan discrepancias. En el fondo no hay verdad, ¿qué es la verdad?, ¿dónde está la verdad? No está en ninguna parte. Hemos sumado manzanas con botones y castañas con monedas y hemos obtenido un producto. ¿Pero qué es ese producto? Pues no lo sabemos.

- Pero con un escepticismo así no queda nada -le decía Irene.

- ¿Y es que queda algo? No queda nada, por lo menos racional. Lo más racional era, creo yo, el naturalismo optimista del siglo XIX, que culminó en literatura con Anatole France, que podía llamarse la madurez del lugar común. Imitemos a la naturaleza, se comenzó a decir desde el siglo XVIII. ¿Pero a cuál naturaleza? Porque tan naturaleza es la vaca bonachona para el hombre como la víbora o el escorpión. Son igualmente naturales. Es evidente.

- Entonces, ¿qué glorificaremos? -preguntó Irene.

- Yo no lo sé. No nos queda más que lo arbitrario. Y ahora estamos tocando las consecuencias. Se descompone el lugar común con más rapidez que nunca. El lenguaje no expresa más que relaciones entre unas imágenes con otras, pero la esencia de las cosas no las expresa ni las puede expresar. Así toda palabra tiene su antagonista a su antónima; pero esto no quiere decir que este antagonismo sea una contradicción verdadera, igual y paralela en la realidad. En la filosofía, en la matemática, que no son ciencias naturales, sino artificios de la inteligencia, las ideas son contrarias; más, en lo contrario de menos, y grande de pequeño, y aumentar de disminuir, pero cuando interviene la vida ya no hay estos antagonismos aunque lo pretenda la retórica. El santo no es absolutamente contrario al vicioso, ni la mujer perdida a la mujer honrada, ni el loco del cuerdo, ni el cobarde del valiente, porque hay entre estos extremos muchos puntos de contacto.

Irene creía que contra toda esta anarquía ideológica reaccionaba el hombre superior dando nuevos valores a los conceptos.

- ¿Dónde está el hombre superior? -preguntaba el doctor Maas-. ¿Usted ha encontrado el grande hombre?

- Yo supongo que hoy no creemos en los grandes hombres -decía Golowin-, quizá por eso ya no los hay o por lo menos no los vemos. Yo supongo también que un grande hombre es un fenómeno de síntesis popular; si no se produce ese fenómeno de síntesis no hay grande hombre.

- Me parece que tiene usted razón.

Irene no quería creer que la época actual fuera peor que las demás.

- Es de menos ilusiones, de menos esperanzas -contestaba el médico-. Eran quizá mentira las antiguas, pero mentiras confortadoras.
(págs. 311-313)